Desheredados, señalados, marginados, malditos… Aquellos que alzan su voz cuando el orden establecido deja de ser derecho para pasar a ser abuso. Aquellos que dudan y se preguntan. Aquellos que se rebelan contra la crueldad. Aquellos que lloran con el sufrimiento de los demás. Aquellos que tienden la mano a los miserables. Aquellos que piensan por si mismos.
Su crimen y su castigo: pasarse la vida contracorriente.
Su redención: tener la conciencia tranquila.
Algunos pensaran que estar en el medio es la postura más cómoda, y que se significa no tomar partido. Yo no comparto su visión, es todo lo contrario: es ser capaz de caminar hacia la izquierda o la derecha buscando siempre el lado de la razón y de la justicia, de la coherencia y el sentido común. Sabiendo que los del otro lado te juzgaran, que no te comprenderán, que te llamarán traidor.
La verdad es una, pero no está siempre en la misma acera. Y en ocasiones hay que atreverse a cruzar la calle y mirar desde otro ángulo el panorama.
Tan solo aquellos que se creen en posesión de la verdad absoluta continúan en la misma dirección: tal vez porque están convencidos, tal vez porque tienen miedo de cambiar, tal vez porque no están preparados para asimilar lo que puedan encontrar.
Y no entienden que recelemos del bien y del mal a un tiempo. Que estemos del lado de todos y del de ninguno. Que seamos victimas de la incomprensión y verdugos de la injusticia. Que veamos grises donde los demás ven blanco o negro. Que queramos ser los dueños de nuestros destinos.
Marcados, solitarios… pero libres. Los hijos de Caín pertenecemos a la tierra de nadie, y nuestra única bandera es la que arropa a toda la humanidad.
Su crimen y su castigo: pasarse la vida contracorriente.
Su redención: tener la conciencia tranquila.
Algunos pensaran que estar en el medio es la postura más cómoda, y que se significa no tomar partido. Yo no comparto su visión, es todo lo contrario: es ser capaz de caminar hacia la izquierda o la derecha buscando siempre el lado de la razón y de la justicia, de la coherencia y el sentido común. Sabiendo que los del otro lado te juzgaran, que no te comprenderán, que te llamarán traidor.
La verdad es una, pero no está siempre en la misma acera. Y en ocasiones hay que atreverse a cruzar la calle y mirar desde otro ángulo el panorama.
Tan solo aquellos que se creen en posesión de la verdad absoluta continúan en la misma dirección: tal vez porque están convencidos, tal vez porque tienen miedo de cambiar, tal vez porque no están preparados para asimilar lo que puedan encontrar.
Y no entienden que recelemos del bien y del mal a un tiempo. Que estemos del lado de todos y del de ninguno. Que seamos victimas de la incomprensión y verdugos de la injusticia. Que veamos grises donde los demás ven blanco o negro. Que queramos ser los dueños de nuestros destinos.
Marcados, solitarios… pero libres. Los hijos de Caín pertenecemos a la tierra de nadie, y nuestra única bandera es la que arropa a toda la humanidad.