Nunca me gustaron las despedidas.
He pasado mi vida viendo como se marchaban los seres que he querido y, tonta de mí, no he aprendido a decir adiós… Permanezco varada en la orilla, con el corazón a medio latir y la mirada perdida en el horizonte hasta que los veo desaparecer.
Hoy debo arrancar de nuevo a caminar.
Con el equipaje cargado de recuerdos dulces y amargos, sueños cumplidos e ilusiones rotas; pero con espacio suficiente para que quepa lo que ha de llegar, por que en mi interior, como en el fondo de la mítica caja, la esperanza escondida me dice que algo vendrá.
He pasado mi vida viendo como se marchaban los seres que he querido y, tonta de mí, no he aprendido a decir adiós… Permanezco varada en la orilla, con el corazón a medio latir y la mirada perdida en el horizonte hasta que los veo desaparecer.
Hoy debo arrancar de nuevo a caminar.
Con el equipaje cargado de recuerdos dulces y amargos, sueños cumplidos e ilusiones rotas; pero con espacio suficiente para que quepa lo que ha de llegar, por que en mi interior, como en el fondo de la mítica caja, la esperanza escondida me dice que algo vendrá.
Y porque sé que aún queda mucho, mucho más, que dar en mí.