miércoles, agosto 19, 2009

Peregrino no hay Camino...


Sentada en la plaza del Obradoiro, con el sol de la mañana asomando por detrás de la imponente catedral… Observo el movimiento de la gente que va y viene: compostelanos a sus quehaceres, grupos con sus guías, padres con sus pequeños, pandillas de amigos, y algún que otro turista solitario. Mochila al hombro, bastón de peregrino en mano; los puñales y las espadas sustituidas por una cámara digital.

Me pregunto que moverá a aquellos que un día deciden dar un paso hacia el Camino: ¿la misma fe o desesperación que a los de antaño?, ¿Amor por la historia?, ¿Espíritu aventurero? O ¿simple curiosidad?

Existen tantos motivos como viajeros, y sólo aquel que inicia el peregrinaje sabe porque lo ha terminado. Pero hay una cosa, hoy como ayer, que siglos después no ha cambiado: el cansancio en los pies de los que llegan, y los rostros alegres en los que se refleja la satisfacción por el esfuerzo logrado.