Rara, diferente, extraordinaria, única,
sorprendente, autentica, excepcional, estupenda, loca, colgada, divertida,
inteligente, leal, responsable, fuerte, romántica, traviesa, valiente, buena…
“especial”
Son algunos de los calificativos con
los que me han descrito en mi vida. Si, molan, es halagador y se agradece que
te los digan… pero lo cierto es que empiezo a estar hasta los mismísimos (léase
lo que se quiera): ¡cojonuda sí, pero sola!
A veces no puedo evitar sentirme como
una jodida muñeca de porcelana en el escaparate, todos la ven y la admiran,
alguno hasta la toca, pero ninguno se la compra.
Hoy mi amante se ha convertido en
mi amigo. No era lo que yo quería,
pero él lo ha decidido así y se ha
buscado otra zorra con la que divertirse…
Lo conocí perdido y le ayudé a
encontrarse; le entregué todo y no
resultó suficiente. Lo que recibí de él lo atesoro en lo más profundo de mí, y
aunque lo agradeceré siempre, pagué por ello un precio muy alto: el del último
pedazo de mi alma.
Dicen que debo olvidarme, que
quien no me supo valorar no se merece mi
dolor, y probablemente tengan razón, pero ya se sabe de ese músculo bobo
que no atiende a razones.
Dicen que el tiempo lo cura todo,
pero los recuerdos duelen y las cicatrices permanecen.
Quisiera despertar sin el frio de
la amargura recorriendo mis venas; desearía desterrar la rabia y la impotencia de mi mente; querría viajar al
pasado y borrar el momento exacto en el que todo cambió; me gustaría poder
mirarle a los ojos sin gritarle un “¿por qué?”… imbécil de mí lo que anhelo es
que me abrace y me cubra de besos y me susurre al oído que todo fue una maldita
pesadilla.
Pero despierto del sueño, y el
eco de la risa de su puta me devuelve a la cruda realidad.
Y por enésima vez, la muñeca en
el escaparate sigue llorando…
Me ha herido recatándose en las sombras,
sellando con un beso su traición.
Los brazos me echó al cuello y por la espalda
partió me a sangre fría el corazón.
sellando con un beso su traición.
Los brazos me echó al cuello y por la espalda
partió me a sangre fría el corazón.
Y ella prosigue alegre su camino,
feliz, risueña, impávida. ¿Y por qué?
Porque no brota sangre de la herida.
Porque el muerto está en pie.
feliz, risueña, impávida. ¿Y por qué?
Porque no brota sangre de la herida.
Porque el muerto está en pie.
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