Hoy me siento como el día: gris. Con el alma tan mojada y fría como las calles de mi ciudad.
La tormenta ha llegado poco a poco; acercándose de puntillas y en silencio; escondiéndose en las sombras que proyecta mi luz; filtrándose a través de los huecos de mi mente, reptando por las venas como veneno directo al corazón…
Hacía ya demasiado tiempo: la intuía venir, la esperaba. Y ahora está aquí.
Pero en esta ocasión no voy a luchar. No quiero luchar. No necesito luchar.
Elevaré mi mirada al cielo y dejaré que la lluvia resbale sobre mi rostro y el viento golpee mi piel. Hoy dejaré que mi llanto fluya hasta sentirme vacía de toda emoción, hasta que nada importe, hasta que todo de igual.
Y mañana ¿quién sabe? Ya se verá.
La tormenta ha llegado poco a poco; acercándose de puntillas y en silencio; escondiéndose en las sombras que proyecta mi luz; filtrándose a través de los huecos de mi mente, reptando por las venas como veneno directo al corazón…
Hacía ya demasiado tiempo: la intuía venir, la esperaba. Y ahora está aquí.
Pero en esta ocasión no voy a luchar. No quiero luchar. No necesito luchar.
Elevaré mi mirada al cielo y dejaré que la lluvia resbale sobre mi rostro y el viento golpee mi piel. Hoy dejaré que mi llanto fluya hasta sentirme vacía de toda emoción, hasta que nada importe, hasta que todo de igual.
Y mañana ¿quién sabe? Ya se verá.
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