viernes, diciembre 22, 2006

Doce uvas, doce deseos...


1º Campanada: Que israelíes y palestinos dejen de matarse entre ellos y aprendan a convivir en la misma tierra. Al igual que todos aquellos que se enfrentan en las absurdas guerras.

2ª Campanada: Que, respetando la memoria de los que murieron, las negociaciones con terroristas lleguen a puerto, para que no debamos llorar a nadie más.

3ª Campanada: Que la riqueza, la abundancia y la saciedad se impongan a la pobreza, la miseria y el hambre.

4ª Campanada: Que los violentos descubran que una sonrisa puede mil veces más que una bofetada.

5ª Campanada: Que se encuentre la cura al cáncer, sida, y todas las enfermedades que hacen sufrir al hombre, para que tengamos una mejor calidad de la efímera vida que nos ha tocado.

6ª Campanada: Que la diversidad sea un motivo para unirnos y tolerarnos, y no una excusa para la discriminación.

7ª Campanada: Que los gobernantes luchen por ofrecernos lo que todos necesitamos. Un trabajo digno y un techo que nos cobije.

8ª Campanada: Que cada uno de nosotros enseñe a su hijo a amar la libertad, respetar a los demás y valorar el amor como el mejor tesoro.

9ª Campanada: Que los niños se dediquen a ser niños con un único trabajo ¡jugar!

10ª Campanada: Que seamos capaces de reconocer nuestros errores, pedir perdón y agradecer lo que tenemos.

11ª Campanada: Que la madre tierra sea compasiva con sus hijos y no castigue nuestra estupidez con catástrofes; y que los hijos aprendamos a cuidar y proteger a esta madre.

12ª Campanada: Que no pierdas nunca la ilusión de tus sueños, la meta de tu camino, la sonrisa de tu espejo, ni el latir de tu corazón.

¡¡¡¡ FELICES FIESTAS!!!!









¡uys! Estas debajo del muérdago MUUUAAACK

martes, diciembre 12, 2006

¡Feliz solsticio de invierno!

Las autoridades ateas advierten que el abuso de la Navidad puede producir determinados efectos: excesos alimentarios, resacas incontroladas, noñeria generalizada, ulceras de bolsillos, tarjetacredialgia, hipocresitis aguda, ataques de consumismotemia, alucinaciones ornamentales, síndrome de peleasfamiliarex, etc.

Si usted siente algunos de estos síntomas… ¡vayase al Tibet!

Ya estamos en Navidad… Lo dicen las lucecitas de colores de las calles, los niños cantores de Viena que suenan en las tiendas, los fabricantes de turrones y polvorones, los productores de cavas, y hasta cierto asturiano con gaita…

Y de repente nos vemos invadidos por Belenes que brotan como champiñones, arbolitos por doquier, papas noeles en cada esquina, y carteles de cotillón con barra libre, gorrito y matasuegras.

Que conste que no tengo nada en contra de las navidades… como no tengo nada en contra del Januka, el Ramadán, o los ritos Higan.

Lo curioso es que todavía nadie me ha obligado a encender un candelabro, ayunar o bañarme en un río para purificarme. Y no, tampoco me han llevado a la Misa del Gallo a la fuerza, pero casi…

Parece que si no adornas tu casa, te comes las uvas y les escribes la cartita a los Reyes Magos eres un espécimen raro y peligroso.
Y hagas lo que hagas no te puedes esconder: o celebras la navidad, o la celebras. Es decir, te tragas los puestos navideños, los villancicos, los petardos, las películas de milagros, y las campanadas, eso si, con champán.

A no ser que seas el feliz propietario de un bunker, tengas una cuenta corriente que te permita huir a siberia o te transformes en un oso capaz de hibernar desde primeros de diciembre a mediados de enero…

En fin, pues nada, seré una perfecta ciudadana de un país “aconfesional” y os felicitaré la Navidad
(Si si, ya sé que es algo pronto para eso, pero ¡qué demonios!, si el “tajo del Reino Unido" la empieza a anunciar en septiembre… ¿no voy a poder yo felicitaros con una semana de antelación?)

Lo dicho, que seáis felices y se cumplan vuestros deseos… pero que os suceda cada día, de cada mes, de cada año que dure vuestra vida.

sábado, noviembre 25, 2006

La maté porque era mia...

Hoy es el día “contra la violencia de género”

Pasaremos por alto el absurdo detalle de tener que alegrarse o lamentar un determinado hecho, en un determinado día, de un determinado mes… como si el resto del año no tuviésemos sentimientos sobre el particular.

Ante un caso de violencia, a priori, todos reaccionamos con palabras de condena…. Y dos minutos después le espetamos al niño que “o se calla o se gana una ostia”; o le decimos al tío que ha celebrado el gol del equipo contrario que “acabaremos dándoles pal pelo”; o le soltamos un “hijo de la gran puta” al conductor del coche que nos acaba de adelantar.

Y lo terrible es que lo hacemos sin darnos cuenta.

Cuando una ve que han maltratado, o matado, a una mujer siente un torbellino de emociones: pena, miedo, ira, frustración, y el peor de todos, resignación.

Pena por el ser humano y su familia. Miedo cuando piensas que tú puedes ser también una victima. Ira contra el asesino, ladrón de vidas y dador de sufrimiento. Frustración porque nada de lo que puedas decir o hacer conseguirá que se levante del cementerio ninguna de las que ya están en el. Resignación porque comprendes que tus gritos no acallarán las palabras de odio del que maltrata, ni tus lágrimas lavarán la sangre derramada: Por mucho que nos duela, seguirá habiendo hombres que matan a sus mujeres, e incluso mujeres que maten a sus hombres.

“SUS”. Esa es la base del problema. Nuestro sentido de la posesión y nuestro egoísmo lo estructura todo entre “me pertenece/no me pertenece”. Mi ciudad, mi casa, mi PC… mi familia, mis amigos. Y cómo son de mi propiedad, hago con ellos lo que me da la gana.

Pero es que ni tu mujer, ni tu hijo, ni tu padre, ni tu amigo son “tuyos”. O lo son en la misma proporción que pueden ser hermano, tío, novio, o vecino de los otros. En otras palabras, no son de tu exclusividad, igual que tu no lo eres de la de ellos: porque no son objetos.

Cuando dejamos de usar el posesivo como un mero elemento lingüístico; cuando en lugar de recibir y aceptar, exigimos y ordenamos; cuando dejamos de entender que nuestro amigo puede ser a la vez amigo de nuestros enemigos; cuando dejamos de ver a nuestra pareja como un ser humano que se nos entrega por decisión propia; cuando, en definitiva, traspasamos la línea de nuestra libertad invadiendo la de los demás, es cuando llega la tragedia…

Y perdemos todo lo que tenemos de humanidad para convertirnos en simples y detestables animales. O peor aún...

sábado, noviembre 11, 2006

Ser y parecer

Conocéis la fábula del pastor y el lobo:

“Un joven pastor al que le gustaba gastar bromas a sus amigos; pasaba su tiempo a solas en el monte cuidando de sus ovejas y maquinando travesuras con las que sorprender a sus compañeros. Un día se le ocurrió una treta para asustar al resto de pastores; salió corriendo gritando como un loco ¡Un lobo, un lobo! Mis ovejas han sido atacadas por un lobo… Los pastores, conocedores del peligro que la presencia del depredador suponía para sus rebaños, no se lo pensaron dos veces, y abandonando sus propios animales, se armaron y se lanzaron monte arriba para dar caza al animal, guiados por el pastorcillo… Cuando llegaron al lugar, observaron atónitos como las ovejas pacían tranquilamente ajenas al alboroto. Y al girarse para interrogar al joven pastor se lo encontraron retorciéndose de risa en la hierba. Pasaron algunas semanas y todo siguió su curso. De repente, una mañana, el pastor volvió a aparecer gritando que venía el lobo; los pastores, escamados, se miraron unos a otros, pero la amenaza era demasiado seria y no podían dejarla pasar, así que nuevamente corrieron, y nuevamente cayeron en la burla. La broma se repitió un par de veces más, pues el astuto muchacho encontraba siempre la manera de engañar a los cada vez más reticentes pastores. Pero, ¡ay!, una mañana, el lobo se presentó de verdad: el jovencito realmente asustado corrió para pedir ayuda a sus vecinos y estos, hartos ya de la mentira, le dieron la espalda murmurando. El pastor lloró, pataleó, juró que esta vez era cierto, pero nadie le hizo caso… y el lobo acabó con todo su rebaño.
El joven comprendió que la mentira le había costado un alto precio, y arrepentido jamás volvió a contar un embuste.”

Todos mentimos alguna vez, por alguna circunstancia, y el que diga lo contrario ¡miente! Pero una cosa es disfrazar, ocultar o manipular un determinado hecho con un fin esporádico y otra, muy distinta, hacer de nuestra vida una sucesión de embustes para acabar transformando lo que nos rodea en un mundo ficticio donde nada es lo que se muestra.

Y el peligro, no está en que los demás se crean nuestras mentiras y la verdad acabe por salir dejándonos en evidencia; el verdadero peligro aparece cuando nosotros mismos nos las creemos, porque en ese momento perdemos la capacidad de distinguir entre realidad y ficción, y acabamos desorientados en un laberinto de apariencias del que nunca lograremos salir.

Una mentira piadosa puede traducirse como un acto de amor; quitarnos algún que otro año del DNI no deja de ser una muestra de coquetería; ponerle los cuernos al marido implica ya una voluntad deliberada en ocultar una verdad; reinventarte a ti mismo como la persona que no eres, atribuyéndote cualidades, conocimientos o características que no posees, revela la medida de tu autoestima y el miedo que le tienes al espejo.

Nadie es perfecto, no nacemos sabiendo, no existe una fórmula de la felicidad total, un elixir de la juventud, una belleza absoluta, o un poder atemporal: todos poseemos o carecemos de los mismos atributos humanos en mayor o menor medida. ¿Por qué entonces tenemos tanto miedo de ser como somos? ¿Qué nos hace desear lo que tienen los otros y despreciar lo nuestro?

Quizás sea la aceptación implícita de que la preeminencia de esas cualidades no depende de ellas mismas, sino del valor que les otorgamos en la sociedad: un valor que nosotros hemos asignado y por el cual aquellos que poseen los primeros atributos de la lista son los que triunfan.

El problema se presenta cuando nos fijamos en que no siempre la escala de valores individual coincide con la social.

Y ahí esta el dilema: ¿caminar vestidos con nuestros principios, enfrentándonos al posible rechazo e indiferencia, o vestirnos con el traje de la mentira para llegar hasta el altar del escurridizo éxito social?

domingo, noviembre 05, 2006

La Pared de la Cueva

La verja debería haber estado cerrada. Siempre lo estaba desde que el equipo de expertos decidió que el tesoro arqueológico que allí se guardaba era digno de protegerse. ¿Dónde estaba el guarda?

Sabía que no debía entrar. Si la encontraban allí se comería un buen marrón… Pero sentía en su interior que algo no iba bien y, después de todo, ella no era una visitante cualquiera: se trataba de su cueva. La conocía desde pequeña; había contemplado su entrada cientos de veces, cuando la monotonía de sus tardes escolares la empujaba a volver la mirada hacia la ventana que custodiaba su pupitre. Y, por supuesto, conocía su interior: las visitas al público se suspendieron mucho después de aquella excursión con su clase… Aún recordaba el moratón que se ganó por no estar atenta a las indicaciones de la profesora. Y sentía, como si hubiese sido ayer, la emoción que la embargó cuando el peso de la profundidad cayó sobre ella, al saberse bajo tierra. Ahora podía oler, asomada a la puerta de metal negro, el mismo “perfume” a tierra mojada, vejez y quietud que sintió aquel día.

“Echaré un vistazo solo a la primera sala…” ¿Qué fue eso? No era posible, aquello había sido un sueño de niña asustada, una invención nacida del miedo y su desbocada imaginación. Y sin embargo, ahí estaba de nuevo, treinta años después…

- “Se está despertando señor” – “Dadle otra dosis. Aún nos queda mucho para llegar a la ciudad interior” –“No entiendo porqué nos la llevamos. No nos ha visto ¿verdad?” –“Tal vez si, tal vez no… Pero no podemos permitirnos la duda. Y de todas formas, su destino ya fue decidido hace años, cuando su curiosidad infantil la llevó a fijarse en la pared de la cueva donde aquél día me escondía yo. No hay discusión: nunca volverá a ver la luz del sol…”

sábado, octubre 21, 2006

Sumando verdades, restando mentiras...

No deja de sorprenderme la arrogante capacidad que tiene el ser humano para creerse el centro del universo y convertirse a si mismo en la medida de todas las cosas.

Supongo que es lo lógico, pero no se si os habéis fijado en que pensamos siempre en términos relativos a nuestro paso por el mundo: cuando miramos al pasado o al futuro lo hacemos con la perspectiva de nuestro presente. Criticamos por ejemplo el trato a la mujer en la edad media desde nuestra sociedad de igualdad de géneros o derrochamos los recursos naturales sin tener en cuenta las generaciones del mañana, sin pararnos a pensar cual seria la opinión de esas mujeres en el medioevo o de que van a vivir nuestros nietos…

Y del mismo modo, admitimos o no la posibilidad de ciertas cosas basándonos en nuestros conocimientos actuales. Si esos conocimientos dicen que algo no pudo hacerse en el pasado, automáticamente negamos que fuese hecho o buscamos un “agente exterior” cuando la evidencia muestra que si se hizo; si nos encontramos con algo imposible según la ciencia, automáticamente negamos que exista o lo achacamos a una “equivocación” de nuestras percepciones. Pero, ¿y si hubo una forma de hacerlo que se perdió en el tiempo?, ¿y si resulta que la ciencia aun no ha encontrado todas las explicaciones posibles?

Sin embargo, nos atrevemos a negar o afirmar tajantemente algo, sin fijarnos en que la ciencia, o el conocimiento en general, es un ente “vivo” que como todo ser tiene un pasado, presente y futuro, y que no se puede juzgar uno solo de esos momentos sin tener en cuenta las implicaciones de los otros dos.

No podemos desplazarnos al pasado y contarle al señor feudal que sus campesinos tienen los mismos derechos que él, porque eso es algo que hemos aprendido y asimilado gracias a una serie de hechos sucedidos que nos lo han mostrado; y tampoco podemos visionar el futuro sin llevar con nosotros la capacidad para imaginar y aceptar lo que nos encontremos porque, de no ser así, nos quedaríamos varados.

En otras palabras, no podemos ir al 1 desde el 3 saltándonos el 2; ni alcanzar el 5 sin haber pasado antes por el 4. Solo si tuviésemos en nuestras manos la progresión completa del 0 al 9 podríamos atrevernos a contar, pero como siempre habrá un número más que añadir a la cuenta más nos valiera que fuésemos precavidos a la hora de jugar con las matemáticas de nuestro mundo, y respetásemos la X de lo que no sabemos o hemos olvidado.

viernes, octubre 20, 2006

Dulce Otoño

Llega el otoño. Y con él la tan deseada lluvia.

Por fin vuelve de nuevo la maravillosa sensación de meterse bajo el edredón, y escuchar el sonido de las hojas movidas por el viento en que cabalga la tormenta.

Adoro la llegada del clima helado.

Quizá por que fueron los últimos fríos invernales quienes acogieron mi llegada a la vida; tal vez porque fue la oscura luz de un cielo plomizo lo primero que me mostró el mundo; o puede que sea el olor de la tierra mojada que impregnaba el ambiente en el viaje hasta mi hogar.

Prefiero el vaho de las mañanas otoñales al sudor de las siestas veraniegas; el calor de las confesiones en el brasero a los cuchicheos con crema de las toallas en la playa; la tempestuosa bravura de una mar arbolada al espectáculo de un riachuelo semi-seco; la recogida calma de la ciudad bajo el paraguas a la bulliciosa nocturnidad de las terrazas; el blanco manto de las montañas nevadas a los amarillentos campos de cereales agostados; el sabor de un cafetito caliente al helado de chocolate de turno…

En los Idus de Marzo se renueva mi ciclo biológico; unos días después, el equinoccio primaveral celebra el comienzo de la nueva estación y para mi llega el momento de tejer el capullo en el que se encerrará mi alma para protegerse del implacable sol, y esperar la venida de una nueva estación de hojas muertas.

Será entonces cuando despliegue mis alas de mariposa recién nacida, y vuele entre las primeras brumas, cuando el mundo de lo desconocido abra sus puertas y le muestre a los curiosos atrevidos el camino de ida y vuelta al reino del tenebroso Hades.

sábado, octubre 14, 2006

El Saber olvidado

Conozco a una señora que es capaz sin utilizar un reloj de decirte la hora que es, con un desfase de unos minutos apenas. Ya sea de día o de noche. Y no es que tenga un poder especial, su truco es simple: observación.

Ella sabe que sus vecinos acaban de cenar sobre las diez y pico, cuando encienden la tele; que un avión pasa hacia una determinada dirección cada noche entre las once y once y media; que sus gallinas cacarean con el alba; que cuando pasa por delante de su ventana cierta paisana es la hora de apertura de las tiendas; que su gato ronronea hacia la una pidiendo su comida; que su vecino de enfrente regresa del trabajo a las tres y algo… Durante mucho tiempo ha observado día a día los pequeños detalles rutinarios y metódicos hasta aprehenderlos, hasta convertirlos en su particular contador de tiempo, hasta el punto de que ya lo hace tan inconscientemente que ni ella misma sabe cómo.

De la misma manera, observando, aprendieron nuestros antepasados a sobrevivir y evolucionar.

Mirando la naturaleza descubrieron cómo anticipar los cambios de estación, cómo interpretar las tonalidades del paisaje para elegir el mejor lugar, cómo prevenir la llegada de la lluvia, como sentir en el aire caliente o el viento helado el clima. Sabían que cuando un animal que no puede olerlos se siente nervioso es muy posible que otro depredador ande cerca; que cuando todos los animales se comportan de forma extraña un peligro inminente se acerca; que la mejor manera de escapar de un fuego es dirigirse contra el viento que empuja las llamas; que en las proximidades de un río no es prudente establecer un refugio en la época de las lluvias; que un árbol no es buen techo para una tormenta.

¿Cuántos de nosotros seriamos capaces de permanecer vivos si nos dejaran solos en medio de la nada? (y no, no me refiero a que nos abandonen en una isla repleta de cocoteros). ¿Sabríamos defendernos de las inclemencias del tiempo o del posible ataque de un animal? ¿Veríamos las señales que nos proporciona la naturaleza para usarlas en nuestro beneficio? ¿Podríamos recuperar nuestro instinto perdido?

Hoy no nos hace falta mirar la sombra del sol para llegar puntuales a una cita; no necesitamos buscar el carro nocturno que señala el norte si llevamos un GPS en el móvil; no tenemos que saber despiezar un animal, ni curtir sus pieles, ni distinguir las plantas comestibles de las venenosas, cuando tenemos supermercados de 24horas; para que vamos a preocuparnos de una insolación o congelación cuando tenemos aire acondicionado y estufas.

Sin embargo, pese a toda nuestra tecnología, se siguen produciendo incendios, inundaciones o catástrofes que no podemos o no sabemos prevenir y evitar, y que nos recuerdan que somos los animales más indefensos en nuestra desnudez, mientras nuestros ancestros se ríen a carcajadas cuando un simple corte de luz en casa nos deja sin poder hacer nada.

Y todavía hay algunos que se sorprenden cuando ven las grandes o pequeñas obras de la humanidad que han permanecido en el tiempo, dudando que los antiguos fuesen sus creadores…
¿Misterios sin resolver o Sabiduría perdida?

martes, octubre 10, 2006

¿Quien bien te quiere te hara llorar?

Seguro que conocéis y habéis visto más de una vez esos documentales de la naturaleza en los que se “analiza” el comportamiento de un animal durante un periodo de tiempo: se escoge una familia de lobos y se los sigue a todas partes tratando de adivinar a través de sus actos su esencia de especie…

Estaría curioso utilizar la misma técnica con una familia de humanos. Solo que hay un inconveniente: los humanos “disimulamos”.

Cuando mi sobrina acaba con la paciencia de su madre, o la de cualquiera que este con ella en ese momento, y gana el castigo de rigor su frase favorita es “me da igual”. Pero no, no le da igual, es su orgullo el que hace esconder sus sentimientos haciéndose la fuerte.

Ha aprendido ya la primera lección del ser humano: ponerse la armadura.

Porque eso es lo que hacemos desde el momento en que tomamos conciencia de lo tremendamente frágiles que somos. Nos dicen cuando nos está permitido llorar, o enfadarse, o reírse, o emocionarse; cuando debemos hablar y cuando callar; qué es lo políticamente correcto y lo que se considera una falta de respeto; Y nosotros, civilizados, lo hacemos. Retenemos las lágrimas o la carcajada, nos mordemos la lengua, y le decimos “que guapa estas” a la vecina aunque nos recuerde al feo de los Calatrava.

Pero no siempre resulta fácil mantener el tipo. A veces, la coraza tiene puntos débiles por los que se cuela el dolor. Y lo doloroso de verdad no es el golpe que te dan, sino la mano que te lo da, porque suele suceder que la herida viene de aquellos que mejor te conocen y supuestamente te quieren, y al dolor de la “putada” se le suma el dolor de la traición.

Es en ese momento cuando más necesitamos del consuelo de los nuestros, y es precisamente cuando mas suspicaces y furiosos nos mostramos, como fieras acorraladas dispuestas a morir matando. Y nuestra respuesta inmediata es la de reforzar el muro que nos protege, aislándonos aun más del exterior, sin darnos cuenta de que toda armadura acaba por convertirse en un arma de doble filo: rechaza los ataques si, pero al mismo tiempo impide que sintamos las caricias.

¿Merece la pena sacrificar los besos que te da la vida? ¿O tal vez deberíamos tratar de mostrarnos al desnudo, aprendiendo a encajar como inevitables los golpes del destino?

Yo lo tengo claro: no quiero perderme ni un solo roce de labios, aunque me tenga que comer mil hostias antes para sentir el placer de saborearlo.

jueves, octubre 05, 2006

¡Bendita locura!

El caballero de la triste figura, el loco por antonomasia: pensador de sueños, vencido por la realidad.

Todos tenemos un algo de Quijote en nuestro interior. Todos tenemos, o hemos tenido, una ilusión de nombre “Dulcinea” que miramos con los ojos del corazón en lugar de con los de la cara. Y todos deberíamos tener a nuestro lado un fiel escudero, que aun sabiéndonos en la luna, nos acepte y nos apoye con la fuerza del cariño nacido de la amistad.


Si Cervantes tuviese que escribir hoy en día su novela tendría una extensa gama de modelos entre los que escoger a su protagonista. Podría ser un millonario que reparte su dinero; un cantante que regala sus canciones en el metro; un periodista que busca y difunde la verdad; un banquero que concede créditos con el aval de un apretón de manos; un religioso que bendice las uniones homosexuales; un profesor que enseña lo que no está en los libros; una madre que no aborta al hijo con problemas; un político que cumple sus promesas; un medico que cura sin recetas; un funcionario que nos sonríe; un futbolista sin contrato; un historiador que cuenta la versión de los perdedores; o un fracasado que no piensa en el suicidio.

A cada uno de ellos los miraríamos como a bichos raros, parias de la sociedad, insurrectos del orden establecido. Pero debajo de esa mirada de desprecio se esconde tímidamente la punzada de la envidia, la rabia de no ser como ellos, la desazón de sentirnos atrapados en el sistema, y la pena por haber relegado al país de la nada nuestros sueños de rebelión y justicia.

Ilusiones sacrificadas en el altar del bienestar.

Don Quijote no estaba loco. Sabía perfectamente que su lanza ensartaba ovejas y no ejércitos de infieles… pero decidió que la realidad que le había tocado vivir no era la que él amaba y quiso cambiarla.

Y es que, en ocasiones, no se trata ya de saber si son gigantes o molinos, si no de revestir nuestros miedos y problemas con el disfraz contra el cual nos sentimos capaces de hacerles frente, y luchar para convertir lo que “es” en lo que quisiéramos que fuera.

Sin que nos importe en lo más mínimo que el resto de la humanidad tan solo vea a un loco lanzándose contra una pared.

lunes, octubre 02, 2006

Por las tierras de Merlin...

¿Qué sería de los humanos sin el cofre del tesoro donde guardamos los recuerdos? ¿De qué sirven los instantes vividos, los conocimientos adquiridos, los sentimientos experimentados, si una vez pasados se desvanecieran en la bruma del olvido? ¿No vale más haber vivido y poder olvidar, que carecer de algo que recordar?


Llegué sola. El temor y la ilusión galopando al unísono en mi corazón...

Una rápida decisión, tomada en una noche de insomnio, me había llevado hasta allí. Y el principio no pudo ser más desalentador: nadie me esperaba ¡se habían olvidado de mí!

Ahora me río al recordarlo, pero aquella mañana, perdida en la estación de tren de la bella ciudad de Rennes, tuve muchas cosas en que pensar, y ninguna agradable por cierto. El miedo a lo desconocido nos hace ver fantasmas donde no los hay.

Afortunadamente, el autobús de regreso a España no salía hasta dos días después. Y cuando el destino cierra tras de ti la puerta por la que entraste no queda más remedio que continuar.

Así que, armada de paciencia, rabiosa, y cansada por un viaje de veinte horas, los bretones pudieron contemplar a una españolita de metro y medio que se afanaba por arrastrar una maleta, casi tan grande como ella, por toda la estación.

Ya estoy aquí. Y ¿ahora qué? ¿Me comprenderán? ¿Los entenderé? Si alguien quiere saber lo que es el miedo escénico que se enfrente a treinta adolescentes extranjeros que te observan escudriñando cada detalle. ¡Bendita juventud que no sabe de fronteras! Sí, los quince años franceses también hablan en el idioma de los pavos...

Es curioso como uno añora la tierra cuando está lejos de ella; no tenía esta sensación cuando estaba allí, y ahora, hasta el ruido insoportable del bar bajo mi casa me parece una melodía maravillosa, comparada con el silencio abrumador de mi nueva habitación. Mi compañero de aventuras, el otro auxiliar –un joven y estirado caballero inglés- aparece y desaparece como un gato misterioso.

Pero lo he conocido a él: el que será mi aliado, mi tabla de salvación, mi amigo y casi familia durante el tiempo que pasaré aquí.

En el lycée todo empieza a marchar. He conseguido que los alumnos me sonrían por los pasillos, los profesores se apañan para hacerme sentir como una más… Ya casi pillo las frases a la primera.
La sensación de orgullo que produce ver la comprensión en los ojos del alumno es como una droga, una sobredosis de moral que te hace desear más, y te obliga a esforzarte para dar lo mejor de ti. No ha sido fácil, pero lo conseguí: por un instante he llegado a pulsar la fibra mágica de la transmisión del conocimiento.

La rutina ha aparecido: preparar las clases, limpieza de habitación, compra semanal… Tan sólo algún acontecimiento puntual, una salida turística, un nuevo personaje en escena, vienen a turbar la calma establecida.

La cocina de la maison se ha convertido en nuestro cuartel general. Conversaciones, cervezas y risas hasta altas horas. Y entre tragos, clases de pronunciación y anécdotas vamos estrechando un círculo que ya no se romperá: tres jóvenes lejos de los suyos, tres visiones del mundo cara a cara en 30m cuadrados. Y sé que aunque nunca vuelva a encontrarme con ellos, jamás se marcharán de mi vida.

Ya casi huele a Navidad.

Por las tierras de Merlin... (continuación)

Enero ha traído una blanca sorpresa. Para alguien que celebra la poca lluvia que cae durante el invierno de su tierra, la nieve es un lujo que no se pasa por alto.

Los escasos alumnos que han logrado llegar hasta el instituto juegan en el patio a lanzarse proyectiles helados, y yo los observo desde el calor de la sala de profesores, reprimiendo las ganas de unirme a ellos y comprobando, por el rabillo del ojo, que no soy la única con complejo de Peter Pan.

Hoy he visitado de nuevo el Mont Saint-Michel. (Miro en el interior del coche y no puedo evitar sonreír: un eslovaco, una china, un italiano y una española circulando juntos por las carreteras francesas…)
Una canción española dice algo así como que “al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver”; Sería exagerado decir que en mi primera visita al Monte, fui feliz, pero lo cierto es que, aunque el lugar me sigue fascinando, no he sentido esta vez el misterioso escalofrío de aquel lejano “regalo de cumpleaños”. La memoria de los buenos recuerdos también llega a resultar dolorosa cuando te roza con la melancolía de la pérdida…

La primavera ha llegado y, paradójicamente, el comienzo de este nuevo ciclo de la vida me trae el final de mi aventura: cuando abril agote sus lluvias volveré a mi hogar.

Intento ahora apurar los días, retener los segundos, fijar un pedazo de mi vida en el corazón, lamentando cada atardecer que me dibuja más y más próxima la dolorosa despedida. Como el enfermo terminal que sabe sus horas contadas y todo lo mira pensando que será la última vez, así contemplo yo. Porque sé que aunque vuelva de nuevo, ya nada será igual: la pequeña ciudad, sus vecinos, el instituto, los profesores y quizás algún que otro alumno, continuarán allí, pero sobre ellos, como sobre mi, habrán soplado los vientos del cambio…

La crueldad del calendario solo es mitigada por la esperanza de un recibimiento, reflejado en una sonrisa infantil, que me espera al otro lado.

El equipaje hecho en un rincón, dispuesto. Me esmero en los últimos detalles para dejarlo todo como lo encontré: limpio y vacío de la presencia humana, a la espera de un nuevo inquilino que haga suya la habitación.

Las palabras del adiós con la promesa de un “seguiremos en contacto” resuenan aún en mis oídos. Promesas que serán rotas cuando la vida imponga su ritmo y nos aleje como las corrientes a los trozos de hielo desprendidos de un iceberg.

Esta vez no dejaré la ciudad en el mismo tren que me vio llegar a ella, solitaria y perdida. Mi amigo francés se ha propuesto que mi último desplazamiento por Bretaña se convierta en una pequeña excursión de despedida: una ruta por carretera que me descubre el verde primaveral de los bosques de druidas y el encanto tradicional de los pueblecitos escondidos a los turistas.

Un último café en el bar de la estación, disfrazando con conversaciones anodinas un silencio cargado de miradas de lo que no se ha dicho y nunca se dirá… Nunca me gustaron las esperas: “llámame… aquí tienes tu casa, vuelve cuando quieras… iré a verte… gracias por todo…”

Y en el arranque del autobús un beso lanzado al aire traspasa la ventanilla para clavarse en mi corazón: Un beso que resume ocho fantásticos meses, un beso en el que caben todos los amigos que dejo atrás, un beso transformado en álbum de imágenes para el recuerdo… Un dulce beso que me sabe a Bretaña y que envenenará por siempre mi alma con los paisajes y sonidos de esta hermosa tierra y sus maravillosas gentes.

La lluvia que moja las calles cuando salimos de la estación se me antoja el llanto que mis ojos intentan reprimir. Lágrimas en el exterior, lágrimas en el interior.



Y ahí está. Una muñeca de tres años que corre hacia mi, unos bracitos que rodean mi cuello, y unos besitos que empujan al fondo de mi memoria aquel otro beso, cerrando un episodio más de mi existencia. He vuelto a casa.

martes, septiembre 05, 2006

Un día más...

A veces, en la madrugada, despierto con la melancolía anidada en el corazón.

Cansada de la quietud monótona de mis horas, que esperan sin saber el qué.

Triste por la soledad de mis sueños que comparten el vacío que le sobra a mi cama.

Acorralada entre la incertidumbre de un futuro que no vislumbro y la memoria de un pasado que no habría querido ver.

Indefensa de lo que siento bajo la armadura de lo que opino.

Y me observo en el espejo de mi verdad, tratando de descubrir si existe un rumbo, si alguna vez lo tuve, si un día lo tendré.

Mientras, la manecilla del reloj sigue girando, y mi inercia superviviente me empuja a avanzar con ella, repitiéndome con su tic tac que la batalla de la vida no se puede ganar desde la barrera…

lunes, agosto 28, 2006

Famosos de trapos... sucios

No suelo ver mucho la televisión, pero en ocasiones, cuando la enciendo, me encuentro zappeando por todos los canales con programas en los que se destripa la vida y hazañas de famosos, famosotes y famosillos.

Y me planteo la pregunta del millón: ¿qué es más importante, el derecho a la intimidad o la información al público?

Todos tenemos algo de “voyeurs” y nos encanta estar al tanto de lo que hacen y deshacen los personajes de la prensa rosa, la cultura, la política, o los medios de comunicación : disfrutamos morbosamente contando los divorcios del cantante de turno, las borracheras de nuestro actor favorito, o las peleas del escritor de moda… Tal vez porque ver sus miserias nos reconcilia con nuestras faltas y nos consuela de nuestra envidia. Nos damos cuenta que, al fin y al cabo, son humanos como cualquier hijo de vecino, con sus debilidades, sus vicios, y sus desgracias, y que ni el dinero, ni la fama, ni el glamour los libra de las preocupaciones y el sufrimiento.

El problema llega cuando se traspasa la línea de la curiosidad, y dejamos de “ver y callar” para comenzar a “ver y criticar”. En lugar de limitarnos a “limpiar” nuestra conciencia, nos convertimos en jueces con dedo acusador de la paja en el ojo ajeno; y deja de importarnos si el cantante tuvo éxito en su último concierto, o si el actor interpreto magistralmente su papel, o si el libro de ese escritor es un nuevo best seller.

Creo que es en ese momento cuando se rompe el equilibrio entre la balanza de la vida privada y la pública. Cuando nos interesamos más por la rutina del interior de sus moradas que por el trabajo que realizan, que es lo que debería ser público ¿no?

¿Qué tal le sentaría a un currito cualquiera que su jefe le baje el sueldo porque se ha enterado que no le hace bien el amor a su mujer? Pues igual de absurdo es que nos guste o deje de gustar un disco, una película o una novela porque su protagonista sea borracho, bajo, comunista, gay, sordo o prepotente. O porque sea guapo, comedido, fiel, generoso, simpático y buen amante.

Y lo peor es que cada vez que decimos “esa es una puta”, “aquél se pasa el día puesto”, “no gana para operaciones de cirugía”, "es un bastardo rojo", "un chulo que ni sabe escribir"… sea o no verdad, estamos haciéndole daño a esa persona y los que la rodean, cebándonos en sus defectos para no mirar los nuestros. Y sí, es cierto que hay personajes que se venden ellos mismos por un puñado de euros; pero no es menos cierto que, amparándonos en esos ejemplos de gente sin dignidad pagan justos por pecadores.

¿Qué tal si antes de convertirlos en diana nos ponemos por un segundo en su lugar? ¿Por qué no opinamos de su trabajo y sí de sus medidas, sus parejas, sus casas o sus familias? Es muy fácil criticar, y demasiado fácil también olvidar que los personajes públicos no son muñecas de trapo con cuyos sentimientos se nos permita jugar.

(Dedicada al amigo de un amigo)

lunes, agosto 21, 2006

Mientras haya sobre la tierra ignorancia y miseria...

Soy, desde muy pequeña, una apasionada de la lectura. Un ratón de biblioteca capaz de pasar horas mirando embobada las estanterías de libros, de quedarme noches enteras devorando historias. He leído cientos de volúmenes, unos me gustaron más, otros menos; me han hecho reír, llorar, enfadarme, emocionarme, temer, pensar, aprender. Pero hay, sin duda, un libro que adoro y que nunca me cansaré de leer: Los Miserables, de Víctor Hugo.

Una historia hermosa y a la vez desgarradora por la que desfilan todas las grandezas y pobrezas del ser humano: la degradación de Fantina, la bondad de Monseñor Bienvenido, la mezquindad de los Thenardier, la fragilidad de Cosette, el orgullo de Mario, la responsabilidad de Javert, la despreocupación del pequeño Gavroche, el apasionamiento de Enjolras… y por encima de todos, la superación de Valjean.

He releído esa historia varias veces, en español y en francés, y cada vez que lo hago no puedo evitar cerrar su última página con lágrimas en los ojos. Y lloro por Valjean, que muere en la plenitud de la felicidad tras toda una vida de sufrimiento; y por Javert, dividido entre el sentido del deber y el desconcierto; y por Fantina, que sufre la dolorosa pérdida de la fe en la vida; y por Gavroche, reflejo de los inocentes que aceptan su destino; y por Grantaire, personificación de la amistad por encima de los ideales; y por Eponina, que entrega su vida para que viva y sea de otra el hombre que ama.

Y me pregunto al dejar el libro cuantos “miserables” no habrá en este mundo: seres que sufren día tras día, enfrentándose a la pobreza, el odio, la envidia, la marginación o el dolor; que caen y se levantan una y otra vez; que retroceden un paso para poder avanzar dos; que cargan con la pesada losa de la incomprensión, la intolerancia y la burla de los demás…

Miserables, ¿dignos de conmiseración? ¿O de elogio?

miércoles, agosto 09, 2006

Cuenta las estrellas para mi...


La lluvia de estrellas de las Perseidas, popularmente conocida como las Lágrimas de San Lorenzo, tendrá su máximo de actividad en la madrugada del sábado al domingo 13 de agosto, concretamente a las 2.12 horas en la Península (1.12 hora en Canarias), aunque la Luna dificultará la observación.

¿Quién no se ha sentido pequeño alguna vez, al contemplar el cielo bajo la noche estrellada? ¿Quién no ha tenido un escalofrío de vértigo ante la inmensidad de lo infinito? ¿Quién no ha formulado un deseo al ver pasar una estrella fugaz?

Alguien me dijo una vez que en el desierto, donde ningún foco de luz en kilómetros a la redonda deshace la negrura de la noche, las estrellas innumerables brillan soberanas en la bóveda celeste: nos vigilan sonriendo y nos susurran sin palabras “míranos, estábamos aquí antes de que tu vinieses y estaremos cuando te hayas ido; al igual que la tierra que pisas, el sol que te calienta y la lluvia que te da la vida.”

Montes ardiendo por oscuros intereses, guerras estúpidas en el nombre de los dioses, inmigrantes que se ahogan buscando una vida mejor, países que mueren de hambre y enfermedad, cónyuges que confunden el amor con el “mi@ o de nadie”… y el universo, ajeno a nuestras cuitas, sigue su curso.

Y seguirá. Porque al universo nunca le han importado nuestras desgracias: los planetas no dejarán de girar por una tierra quemada, ni el sol apagará su brillo como duelo a los inocentes muertos, ni la luna retrasará su ciclo en solidaridad hacia las mujeres asesinadas. Y las estrellas seguirán brillando, aunque no las veamos, recordándonos con sus “lágrimas” que somos nosotros, los humanos, los únicos responsables de nuestra propia destrucción.

¿Cuál será vuestro deseo el domingo? El mío, que las constelaciones dejen de tener motivos para llorar…


miércoles, agosto 02, 2006

Gilipollas vs Jilipoyas

“-Papá, ¿burro es con b o con v? Uhmm, -Escribe asno. -¿Con hache? -Joer niño, pon Mulo y déjame ya de tonterías…”

¿Es importante la ortografía? Si y No.

Que una persona escriba sin cometer faltas de ortografía solo demuestra una cosa: que ha estudiado gramática. No tiene nada que ver con el CI, ni con la cultura, ni con la educación…

Suele ser una táctica comúnmente utilizada en las críticas el poner en tela de juicio lo que se dice argumentando el cómo se dice: detractar la forma para así invalidar el fondo. Y ciertamente, a los que defienden esta idea, no les falta del todo la razón puesto que, al fin y al cabo, cuanto mejor te expreses, menor será la posibilidad de que seas malinterpretado. Pero, ¿hasta qué punto debemos radicalizar este argumento? ¿Quiere esto decir que aquellos que no saben ortografía son incapaces de expresar sus ideas? ¿No piensan? ¿No tienen derecho a opinar? ¿Son tontos? Los analfabetos, los niños, los extranjeros que no dominan el idioma… ¿No saben lo que dicen cuando hablan?

Ya se que pensareis que una cosa es escribir y otra hablar. Pero es que ahí es donde está la clave: las reglas de ortografía sirven para “representar” en la forma escrita todos los elementos que utilizamos en la lengua hablada. La puntuación, la acentuación, el léxico corresponden a las pausas, el tono, el énfasis, los gestos o el significado que utilizamos en la expresión oral (si no existiese, por ejemplo, la puntuación, nos asfixiaríamos –literalmente- al leer).

El objetivo de las normas ortográficas es el de reglamentar la expresión escrita para evitar, en la medida de lo posible, la ambigüedad del mensaje y facilitar la comunicación; en otras palabras, establecer un código común a todos los usuarios. La cuestión es que estas normas no aparecen de la nada (no es que los señores académicos se sienten y decidan “hoy vamos a poner como regla que se escriba un punto detrás de la palabra esternocleidomastoideo”…), tienen una razón de ser y un motivo por el que ser, aunque la mayoría de las veces esa procedencia se pierde, y los únicos capaces de reconocerla son los que se dedican a estudiar el lenguaje; para el resto de hablantes se convierten en una retahíla de reglas aprendidas de memoria en el colegio. Las utilizamos sin saber porqué debemos utilizarlas, otorgándoles el rango de “órdenes” cuando deberían ser “consejos”, y por eso nos arrogamos el derecho de discriminar a aquellos que no las obedecen, porque no saben o porque no quieren. Y olvidamos también que no todas las incorrecciones son igual de graves (no es lo mismo confundir una b y v en una palabra -ya que el contexto nos da su significado-, que utilizar mal una forma verbal cambiando el sentido de lo que escribimos), y que no todas las faltas son producto de la ignorancia (una persona nacida en zona yeísta tendrá problemas con la Y y la LL; un gallego podrá confundir V y B; un extremeño lo pasará mal con las J y H, etc.)

Es evidente que es aconsejable y necesario escribir bien (si cada uno escribiese como le diera la gana no podríamos entendernos), pero pretender crucificar intelectualmente a todo aquel que cometa una falta de ortografía me parece un despropósito: la función primordial del lenguaje es la comunicación, y si ésta se produce, si el mensaje llega, lo demás es accesorio: porque si yo digo “voy a poner el equipaje en la VACA” estoy segura de que nadie me va a visualizar atando una maleta al lomo del mamífero negro a manchas blancas ¿verdad?

Escribir bien, si, gracias… pero con sentido común y respeto.

domingo, julio 30, 2006

Hijos de Caín

Desheredados, señalados, marginados, malditos… Aquellos que alzan su voz cuando el orden establecido deja de ser derecho para pasar a ser abuso. Aquellos que dudan y se preguntan. Aquellos que se rebelan contra la crueldad. Aquellos que lloran con el sufrimiento de los demás. Aquellos que tienden la mano a los miserables. Aquellos que piensan por si mismos.

Su crimen y su castigo: pasarse la vida contracorriente.
Su redención: tener la conciencia tranquila.

Algunos pensaran que estar en el medio es la postura más cómoda, y que se significa no tomar partido. Yo no comparto su visión, es todo lo contrario: es ser capaz de caminar hacia la izquierda o la derecha buscando siempre el lado de la razón y de la justicia, de la coherencia y el sentido común. Sabiendo que los del otro lado te juzgaran, que no te comprenderán, que te llamarán traidor.

La verdad es una, pero no está siempre en la misma acera. Y en ocasiones hay que atreverse a cruzar la calle y mirar desde otro ángulo el panorama.

Tan solo aquellos que se creen en posesión de la verdad absoluta continúan en la misma dirección: tal vez porque están convencidos, tal vez porque tienen miedo de cambiar, tal vez porque no están preparados para asimilar lo que puedan encontrar.

Y no entienden que recelemos del bien y del mal a un tiempo. Que estemos del lado de todos y del de ninguno. Que seamos victimas de la incomprensión y verdugos de la injusticia. Que veamos grises donde los demás ven blanco o negro. Que queramos ser los dueños de nuestros destinos.

Marcados, solitarios… pero libres. Los hijos de Caín pertenecemos a la tierra de nadie, y nuestra única bandera es la que arropa a toda la humanidad.


sábado, julio 22, 2006

Te conozco desde siempre

Hace ya algo más de tres años que el aburrimiento y la curiosidad me empujaron a entrar por primera vez en un chat.

Unas semanas pagando la novatada y al final acabas pillando el truco y manejándote como pez en el agua, convirtiéndote en uno de los “habituales”: todo un nick hecho y derecho.

Pero ¿Qué se esconde detrás de un nick?

Durante todo este tiempo he encontrado de todo en el IRC. Gente que siempre está, gente que va y viene, gente que está de paso… Algunos que intentan aparentar lo que no son, otros que se hacen más tontos de lo que en realidad son, varios que se esconden tras máscaras, unos que se muestran al natural; los que te quieren ligar, los que se sienten solos, los que van de graciosos, los que buscan información; o los que entran sencillamente a pasar el rato y charlar con personas que tienen sus mismas aficiones o intereses.

Con el tiempo el nick deja de ser un simple apodo y se convierte en una persona, un amig@ al que cada vez vas conociendo un poquito mejor, y con el que quizás un día te llegues a encontrar cara a cara.

Aunque siempre te queda la duda de saber si no te están tomando el pelo, lo cierto es que es “relativamente fácil” conocer al chatero: basta con fijarse en como “hablamos”.

Cada vez que abrimos la boca estamos ofreciendo datos sobre nosotros, y cuanto más cuando lo hacemos desde el anonimato, convencidos de que la pantalla del ordenador protegerá nuestra intimidad. Y sin embargo, lo que se dice, a quien se dice, lo que se calla, lo que se insinúa y lo que se imagina, el tipo de lenguaje que se utiliza, los gestos en formato smileys… son como las piezas de un puzzle que con paciencia y habilidad lograremos encajar.

Por supuesto, también en ocasiones se puede fallar, y como en el famoso dibujo psicológico vemos dos perfiles negros cuando en realidad nos muestran una copa blanca. ¿Despiste por nuestra parte o estupenda interpretación del otro? Chi sà?

De lo que no me cabe ninguna duda, a estas alturas, es que el mundo virtual no se diferencia tanto del mundo “real”. Y pese a que no está nada mal sentarse cada noche frente al pc y teclear opiniones, anécdotas y risas, lo bueno es el momento en que te encuentras con ese nick, le miras a los ojos y descubres que tu puzzle encajó perfectamente, y que las palabras con voz o las risas con sonido saben infinitamente mucho mejor…



lunes, julio 17, 2006

Desolación

Hoy he visto un nuevo incendio en los alrededores de mi ciudad.
Puedo entender la fascinación por el fuego; todos nos hemos quedado embelesados alguna vez mirando las llamas de una hoguera. Lo que no puedo entender es que aquel que enciende el mechero sea capaz de mirar el paisaje que queda después sin que las lagrimas surjan...

Soy “propietaria” de una pequeña parcela; un olivar de apenas sesenta árboles del que reniego cada invierno, cuando me toca ir a recoger su producción... Y cada vez que piso esa tierra siento cómo mis pies echan raíces, tan profundas y fuertes como las de los viejos olivos que me rodean. He caminado sobre ese terreno desde que era tan pequeña, que me resultaba más fácil coger las aceitunas del suelo que arrancarlas de las ramas más bajas del olivo. No es un simple pedazo de tierra, es un ancla hecha con eslabones de recuerdos que me atan a los míos, a lo que soy y al lugar del que procedo. Mi padre cuidó de ella con mimo para que diera sus mejores frutos, como lo hizo su padre antes que él, y el padre de su padre...
Ahora es mi turno. Y se me encoge el corazón solo de pensar que un día la pueda ver devastada por las llamas.

Tras el fuego lo único que queda en la retina es una imagen de desolación y muerte.
Los recuerdos se conservan en la memoria, el esfuerzo y las ilusiones se recuperan al tiempo que la propia naturaleza se regenera... Pero lo que nunca se borra es la negra mancha que tizna el alma de aquellos que amaron la tierra quemada que contemplan... la mancha de la rabia, el miedo y el dolor.

martes, julio 11, 2006

Yo os declaro...

La visita del señor jefe de estado del Vaticano y la reunión del llamado foro de la familia me ha hecho estos días pararme a pensar.

¿Qué se supone que debe ser una “familia”? Un matrimonio católico, respetuoso de los mandamientos, bien avenido y con unos cuantos hijos educados, formales y guapos…
Estooooo… vale. ¿Y el resto?

Se debe creer el señor Benedicto que es cuestión de pasarse el domingo por la iglesia y elegir, entre los jóvenes parroquianos, al de mejor buen ver. ¿No?
Pues me da que no es tan sencillo…

Para empezar, un@ no suele elegir a quien quiere. Te topas con alguien, te gusta, le vas conociendo y cada vez te va gustando más; Un día te sorprendes pensando “a X le gustaría esto”, “si X estuviese aquí “, “voy a llamar a X para contárselo”… Y ya la “has cagado”: estás enamorad@.

Ahora viene la segunda fase. ¿Qué hacer? ¿Le sueltas a bocajarro que estas coladit@ por sus huesos? ¿Le envías pistas sutiles para que las capte? ¿Esperas que sea el otr@ quien de el primer paso?

Podéis pensar que de una u otra forma el desenlace será el mismo: si te corresponde, todos felices y a comer perdices; y si no, unas cuantas lágrimas, un periodo de luto y a otra cosa mariposa.
¡Error! Ese es, digamos, el desenlace ligth del asunto, pero fuera de la tierra de Oz de los señores de bandera amarilla la realidad es algo más complicada.

Puede que el amor de tu vida este a miles de kilómetros; puede que este comprometido; puede que sea de tu mismo sexo, o de distinta religión; puede que comparta su cariño con otros corazones; puede que las circunstancias le impidan estar contigo; puede… puede… puede…

Y cualquiera de esos puede transforma la familia “perfecta” en una familia “distinta” sin que deje por ello de ser familia. ¿Es que amas más o mejor por ponerte un vestido blanco o firmar un papel?

Luego viene la cuestión de los hijos.

¿Qué ocurre si una pareja no puede tenerlos? Si la procreación es el fin del matrimonio, ¿tendrán que dormir para los restos en camas separadas? ¿Les redimirá la fe en la esperanza del milagro del pecado de la fornicación?
¿Y los hijos adoptados? ¿Serán hijos de “segunda mano”?
O al contrario, una pareja que acierte a la primera: ¿Os imagináis a la “gran familia” en un piso de 30m cuadrados?

No sé que pensareis vosotros, pero entre los “flanders” y los “simpsons” yo me quedo con los últimos.

Hágame y hágase un favor “Paparazti”: abra los ojos y los oídos y, si lo tiene, también el corazón: la verdadera familia es la familia en la que existe el amor.

viernes, julio 07, 2006

Ese desconocido gris

Siempre me ha fascinado la mente humana.

Estoy convencida que muchos de los misterios a que nos enfrentamos dejarían de serlo si conociésemos, en su totalidad, el funcionamiento del cerebro; y del mismo modo pienso que lo que llamamos “poderes” (telepatía, clarividencia...) no son otra cosa que capacidades que aún no hemos aprendido a controlar; como sacarse el carnet de conducir: a algunos les costará más y a otros menos, pero básicamente todos podemos hacerlo.

Mover un dedo, sonreír, caminar; sentir frío, sed, dolor o deseo. Acciones cotidianas, sencillas y complejas a la par, dependiendo, en todo detalle, de las pequeñas y simpáticas neuronas... ¿No os resulta admirable?

Cada día sabemos más sobre ese desconocido gris: investigaciones con niños autistas o superdotados; diagnósticos sobre daños cerebrales; estudios sobre la corteza cerebral o los hemisferios; localización de los sentimientos o las sensaciones; teorías sobre la organización y estructuración del conocimiento. Todo un enorme universo por desentrañar.

Yo seguiré entusiasmada cada nueva noticia, avance o descubrimiento sobre este tema. Porque, al fin y al cabo, es gracias a nuestro cerebro que conocemos la realidad del mundo que nos rodea ¿y qué mejor manera de conocer esa realidad que aprendiendo el funcionamiento del instrumento a través del cual la percibimos?

Os dejo un texto referido al tema:

EL PODER DE LA MENTE Y LA BÚSQUEDA DEL ALMA
Un equipo de científicos de primer nivel de la Universidad de Princeton puede estar a punto de haceruno de los descubrimientos más importantes y trascendentes de todos los tiempos. Gracias a unosordenadores especiales están logrando captar que existe una conciencia global que uniría a todos los habitantes del planeta. Según esta investigación que podría concluir en menos de una década, cada uno de nosotros sería una neurona de una mente única. La mente es la medicina del futuro. Numerosos especialistas están descubriendo que el poder delpensamiento sobre el cuerpo es mucho más poderoso de lo que se imaginaba hasta ahora. A esta conclusión están llegando varios equipos de científicos que trabajan intencionadamente con fármacos falsos… Y funciona, ¿por qué? El secreto parece estar en nosotros mismos. En El día de mañana se presenta el trabajo de un investigador británico que está demostrando bajo condiciones de control muy rigurosas y científicas que la telepatía no es ni un mito ni una desvarío de pseudocientíficos. Al contrario: muy pronto podría demostrarse que poseemos un sexto sentido gracias al cual podríamos percibir informaciones que de otra forma sería imposible captar. En el año 2009 se llevará a cabo un experimento único: se implantará en un paciente una extremidad artificial con la cual podrá operar únicamente gracias a las órdenes de su mente. Si la operación culmina con éxito, será la primera prueba que demuestre que somoscapaces de comunicarnos mentalmente con las máquinas. Una realidad que abrirá las puertas a un desarrollo tecnológico fascinante. Recientes descubrimientos parecen demostrar que las creencias tienen una base biológica. Estos hallazgoscertifican que los presuntos atributos del “alma” están ubicados en una parte concreta de nuestrocerebro. A partir de ahí se abre un campo de estudio fascinante que incluso ha interesado a los servicios secretos de los países más poderosos. Lo inquietante es que esa parte del cerebro se podría convertir en la llave que abra las puertas a una nueva forma de percepción. Médicos y cirujanos están trabajando en una serie de investigaciones que demostrarían que la conciencia está separada de nuestra mente. Si lo logran demostrar –y dicen que eso podría ser entre los años 2010 y 2015– podría ser el primer paso para averiguar si la creencia en la superviviencia de “algo” tras la muerte tiene fundamento real.

Bruno Cardeñosa, El día de Mañana. Incógnitas del futuro

domingo, julio 02, 2006

En el nombre de ¿quien?

“A tu descendencia doy esta tierra, desde el torrente de Egipto hasta el gran río, el Éufrates: quineos, quineceos, cadmeneos, jeveos, fereceos,refaítas, amorreos, cananeos, guergueseos, y jebuseos”
Génesis 15,18-21


Por culpa de estas palabras en la “tierra prometida” llevan siglos muriendo y matando.

Y yo me pregunto ¿no podía Yavhe haberles dado un rinconcito en otro lado? Porque dado que es omnisciente sabría lo que iba a pasar, y puesto que también es omnipotente, no le habría resultado difícil encontrar otra tierra menos conflictiva… ¿no?

Tendría su gracia sino fuera por la cantidad de lágrimas y sangre vertidas de un lado y de otro; Y tiene menos gracia aún si una se para a pensar que pese a las promesas de paz que nos venden, allí no da su brazo a torcer “ni dios”.

Durante años, los judíos, gracias a Hitler y sus amiguitos, fueron los desventurados, los llamados a lástima; ahora parece que las cosas han cambiado, y las víctimas se han convertido en verdugos. ¿Ha olvidado el pueblo de Israel su historia? O tal vez sea precisamente porque la recuerdan que tratan de vengar su frustración y su rencor en el pueblo palestino.
Torturados ayer por su creencia, torturadores hoy por un trozo de tierra.

¿Cómo podemos ser tan arrogantemente tontos los humanos?

Ni credo, ni religión, ni patria, ni nación. Sólo existe una posesión que valga la pena: la vida. Y aún nos permitimos el lujo de perderla… en el nombre de NADIE.

martes, junio 27, 2006

Por una sonrisa, un mundo

África. No sé si es, como se dice, el lugar donde nació la vida; pero si sé, que a día de hoy es el lugar donde se sigue peleando por ella.
La ley del más fuerte impera bajo las puestas de sol ardiente: el león que se abalanza sobre la gacela, el cazador que abate a tiros al león, el cocodrilo que devora entre sus fauces al cazador imprudente… La vida y la muerte: cara y cruz de la misma moneda. Y entre medias, la lucha por la supervivencia.
No estoy segura de hasta que punto la llegada de los europeos a los poblados africanos fue una suerte o una desgracia. Supongo, que como todo, hubo cosas buenas y cosas malas en la colonización.
El resultado es que mientras que nosotros nos preocupamos por hacer apuestas sobre quien ganará el mundial, en las aldeas del continente negro la apuesta está en saber cuantos hijos alcanzarán sanos y salvos la edad adulta.
Y no deja de temblarme el alma de rabia y de pena, cuando contemplo cómo allí, y en otros muchos lugares de este malhadado planeta, la situación de miseria, hambre y enfermedad pone una azada o un fusil en las manos de un niño, convirtiéndolos en mini adultos cargados con el peso de una responsabilidad que no deberían conocer.
Hay mil maneras de ayudar, aunque reconozco que no siempre uno puede ofrecer lo que no tiene, si queremos, basta un poco de voluntad para encontrar la que mejor nos resulte. Y aunque podamos salvar a un niño, a dos, a tres… ¿cuántos “salvadores” harían falta?
“Si le das a un hambriento un pez, saciarás su hambre un día; si le enseñas a pescar, saciarás su hambre para toda la vida”
No, no se trata de salvar a unos cuantos, sino de salvarlos a todos ofreciéndoles un futuro mejor, en el que ya no necesiten ayuda.

¿Sabéis, acaso, de algo más hermoso que la sonrisa de un pequeño? Yo no

sábado, junio 24, 2006

Más allá...


Hay un proverbio que dice “Si un problema tiene solución, porqué preocuparse; y si no la tiene, para qué preocuparse”. Con lo del “más allá” pasa lo mismo: si existe algo después de la muerte lo sabremos cuando pasemos, si no lo hay no habrá nada que saber...

Todos los seres humanos se han hecho, al menos una vez en la vida, esta pregunta ¿Hay vida después de morir?.
Yo me lo he preguntado, muchas veces, y pese a que el resultado final de mis reflexiones ha ido variando al hilo de mis convicciones, confieso que la balanza de la respuesta se inclina hacia el no. ¿Porqué? Por una “tonta” razón: si yo me muriese y encontrase algo al otro lado me daría de leches por volver a contarlo... Conociendo al resto de mi especie, creo que cualquiera haría lo mismo, y sin embargo no he conocido aún a nadie que lo haya hecho.

Y me diréis, eso no se sabe, existen las psicofonías, los polstergeist, los fantasmas, y todas esas manifestaciones paranormales susceptibles de ser tomadas como mensajes de los muertos. El problema es que nada nos demuestra que lo sean. Habéis escuchado alguna vez algo del tipo “hola, soy M.F.G., con DNI número tal; fallecí en accidente el día tal, y he vuelto para contar lo que hay después” ¿? Yo, desde luego, no, y me parece que un testimonio así no pasaría desapercibido. Claro que también podría ser que “algo” impidiese volver, lo cual nos llevaría a la otra Gran Pregunta, que dejaremos para otro día...

Volviendo a la cuestión inicial, existe una segunda posibilidad: la de que perdamos el “equipaje” al pasar al otro lado. Pero si dejamos atrás la conciencia de ser, los recuerdos, las vivencias... ¿qué queda del ser que fuimos? ¿No es, acaso, todo eso lo que nos conforma como únicos, lo que individualiza nuestra alma, espíritu, esencia o como queráis llamarlo? ¿No deberíamos rebautizar en este caso el más allá como “nuevo allá”? Con lo cual, la respuesta sigue siendo NO: no hay vida después de, sino otra vida, diferente, distinta y sin ningún puente o nexo de conexión con la anterior.

En cualquier caso, mientras no encontremos pruebas claras y contundentes, me temo que estamos condenados a naufragar en un océano de dudas, rodeados de espejismos de barcos que vienen a salvarnos, y sin otra opción que esperar a alcanzar la orilla para explorar la nueva tierra.

Yo sé que seguiré haciéndome la misma pregunta, y que muchos más se la harán... Pero, aunque mi curiosidad es grande, mi paciencia es casi infinita, y ¿sabéis qué? No tengo ninguna prisa por averiguar la respuesta...

sábado, junio 17, 2006

¿Soles o solos?

En la iglesia, los novios ante el altar y el cura diciendo aquello de “María, quieres a Juan por esposo, para amarlo…” Y una voz que se escucha: “Y si no lo quiere para mí”

Hay personas que parece que han hecho de ese “y sino para mi” su ley de vida.

Su objetivo, captar la atención. Están siempre, en todo lugar, en primera fila, atentos a cada detalle, esperando un resquicio por el que colarse y subirse a lo más alto, para ser vistos por todos.

“Seres perfectos, envidiados e incomprendidos rodeados de manadas de hienas dispuestas a atacar”. Nunca se equivocan, eres tú, y los cien mil que ven lo mismo que tu, quienes yerran; No se dan por aludidos, es uno mismo quien los nombra (en clave, eso si) cuando habla de la reproducción asistida del calamar enano de tentáculos rosa fluorescente; Tampoco es que falten al respeto a nadie, ni mucho menos, es que tratan de ilustrar a los seres inferiores que pululan por el universo, los fallos cometidos en seguimiento de las hordas del mal y la confusión.

Si, reconozco que a veces dan ganas de decirles que se bajen del burro y aterricen en el planeta tierra. Pero da igual, no sirve de nada y tampoco es que merezca mucho el esfuerzo, porque al final sucede siempre lo mismo:

Un padre a unos metros de su hijo “Niño, ven aquí”. El niño no se mueve. El padre da un paso “Que vengas aquí”. El hijo permanece quieto. Tres pasos y amenazas más del padre, y el niño sigue sin mover un músculo. Un paso final del padre “Así me gusta, que vengas cuando te lo ordeno”

Pues nada, si de ese modo son felices, bien por ellos. Pero que no se empeñen en subirme a mí también al burro ¡coño! Que me da vértigo…

miércoles, junio 14, 2006

Una visión del pasado

"Ni siquiera la fina lluvia que caía había logrado sofocar los incendios que se propagaban por toda la ciudad. El olor a muerte y destrucción se extendía por todos lados, impregnando el aire como si de un mal perfume barato se tratase.

En las calles del centro, junto a la catedral, y en las inmediaciones de la gran puerta forjada, de la que poco quedaba ya, se escuchaba aún el bullicio de la batalla. Los soldados, ebrios del fragor de la lucha, arremetían con furia contra todo lo que se interpusiese en su camino: el saqueo había comenzado.

Al otro lado, en las zonas más apartadas, el silencio se podía oír. En el adarve vacío, la luz de las escasas antorchas producía extrañas sombras en los muros de piedra.

Y con el crepúsculo, un tintineo metálico rompe la quietud: un soldado, probablemente despistado, deambula buscando a sus compañeros. Camina despacio, mirando a todas partes, la espada en la mano y el gesto cansado y huraño. “¿Qué ha sido eso?” Un sollozo apagado... No puede ser, la calle está completamente desierta, han huido todos; Y sin embargo... sí, ahí está otra vez; El joven guerrero, con más curiosidad que miedo, se acerca al rincón de la muralla de donde procede el ruido. Incrédulo, no puede entender lo que ve: desde una grieta, de apenas una anchura para que pueda entrar su brazo armado, unos pequeños ojos le miran con temor. Y el terror que no había hecho acto de presencia durante el día, mientras hundía su acero en las entrañas de sus enemigos, le sube ahora a la garganta ahogando un grito. Tras unos momentos de indecisión alarga su mano hacía el hueco, murmurando palabras tranquilizantes con una voz ronca.

Un ruido a sus espaldas...

Y la magia se rompió despertándome de mi ensoñación; me volví avergonzada hacia los dos turistas que me miraban extrañados. Tenía el brazo extendido, mis dedos apenas rozando la muralla. Seguía lloviendo, pero no había incendios que apagar; la única nota de muerte la ponía un cuervo que me contemplaba burlón desde una almena, con dos ojos negros... tan profundos y negros como los de aquella pequeña mozárabe escondida en la grieta –hace siglos reparada- de aquél oscuro rincón de la ciudad medieval"
Este texto inaugura la sección Relatos de una nueva web que os quiero recomendar.
Noticias sobre temas variados: ciencia, ecología, misterios, musica, literatura.
Descargas y enlaces de interes. Secciones sobre el mundo celta, sobre Tolkien, sobre el mundo del misterio...
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viernes, junio 09, 2006

Niña, dame tu mano

“Tú, gitana que adivinas, dímelo, pues no lo sé.
Si saldré de esta aventura, o si en ella moriré.
O si en ella pierdo la vida, o si en ella triunfaré.
Tú, gitana que adivinas, dímelo, pues no lo sé.”


No estaría mal conocer el futuro. Saber si tendrás una vida larga, si esa persona con la que sueñas dormirá a tu lado, si el trabajo que acabas de encontrar te durará hasta tu jubilación…

Cuando dejamos que alguien nos lea la mano lo hacemos con la esperanza de que su visión sea positiva: queremos que nos diga que seremos felices, tendremos éxito y nos amaran locamente. En cambio, si nos dicen que seremos unos desgraciados, nuestro mecanismo de autodefensa nos hará escepticos ante la bola de cristal.

Pero, supongamos que nos advierten de algo que acaba cumpliéndose. ¿Ha acertado la gitana? ¿O es uno mismo quien, de alguna manera, ha hecho que la predicción se cumpla?

“Si deseas algo con la suficiente intensidad, el universo entero conspirará para que lo consigas” Uhmm, dicho así, parece absurdo ¿no? ¿Y si lo cambiamos por “si tienes fuerza de voluntad y constancia tus proyectos saldrán adelante, porque serás capaz de enfrentar y superar los problemas que se te presenten”?

Buscas trabajo, y preguntas a las cartas: si las cartas dicen SI, convencidos de que lo conseguiremos nos presentaremos a cuantas ofertas caigan en nuestras manos; si las cartas dicen NO, probablemente pensemos que nada de lo que hagamos va a servir, y nos quedaremos quietos.
Buscas trabajo, y no crees en las artes adivinatorias: lo intentas una y otra vez, hasta conseguirlo; te desanimas y te rindes al primer contratiempo.

La diferencia, a primera vista, radica en que sean otros, o seas tu quien labra ese futuro; pero en el fondo es lo mismo. Escrito o por escribir, conocido o por descubrir, lo que importa es que tú eres el personaje principal y tienes poder para decidir como quieres que sea tu libro. Y siempre puedes elegir si prefieres que narren tu historia, o ser tu propio narrador.

Si el futuro que tienes escrito no te gusta, rescríbelo.

martes, junio 06, 2006

Gracias

Cuando uno hace las cosas convencido del porqué, el cómo y el para qué las hace merece, sin lugar a dudas, un aplauso; porque podrá hacerlas mejor o peor, pero las hace, y ese esfuerzo espera, al menos, que nos enfrentemos a ese trabajo con respeto, intentando valorarlo en su justa medida. Independientemente de que el resultado sea acertado o equivocado, la alabanza no debería ser nunca adulación gratuita, ni la crítica un ataque personal ad hominem.

Y si además de hacer el trabajo, lo hacemos bien, nos podemos encontrar con algo como la revista EOC: una publicación hecha a base de curro y más curro que lleva doce años “cantando las verdades”…



En 1993 había mucha actividad en el mundillo paranormal español. El grupo Aztlan, y su contacto, Genom, vivían su mejor momento. El sacerdote Francois Brune nos acercaba al más allá de la muerte, con la TCI, y el Houbble al más allá del espacio, con la primera foto de un agujero negro.
En 1993 el cirujano psíquico Stephen Turoff era procesado por intrusismo profesional y fallecía el “hermano Pedro”, uno de los médium más influyentes del espiritismo español. Pero también Marcelo Truzzi, Richard Broughton y Stanley Krippner participaban por primera vez, que no por ultima, en un congreso español de parapsicología científica, y los OVNIs llegaban al Parlamento Europeo, tras el congreso ufológico de Italia y la redacción del “informe Regge”Ese año, y mientras el Dr. Jiménez del Oso dirigía la revista Espacio y Tiempo, precursora de la actual Enigmas, en televisión, su vacío era llenado por Andrés Aberasturi (Antena 3) y Félix Gracia (Tele5) quienes se repartían la audiencia del misterio. Pero fue Gracia quien consiguió sentar en el mismo plató este año, por primera y ultima vez, a J.J. Benítez y a Vicente Juan Ballester Olmos frente a frente, gracias, todo hay que decirlo, a las hábiles gestiones de Javier Sierra.
Andreas Faber Kaiser se debatía entre la vida y la muerte (su artículo en el número 56 de Mas Alla es histórico), y J.J. Benítez publicaba “Materia Reservada” y “Mis enigmas favoritos”, que llevaban su forma de ufología al gran público. Al mismo tiempo Nacho Cabria publicaba, con la fundación Anomalía “Entre Ufólogos, Creyentes y Contactados”, destinado a los verdaderos amantes de la ufología.
Y en medio de todo eso, surge una nueva publicación. Un humilde boletín hecho artesanalmente, que compartía espacio con otros muchos fánzines similares editados en la época: “El Colegio Invisible”, de Javier Sierra; “La última hora”, de Iker Jiménez y Lorenzo Fernández; “Frontera Científica”, de Ricardo Campo y José Gregorio González, o “Desclasificado”, del LACIP, entre otros. Hoy todos ellos, menos EOC, desaparecidos.

Si vuestros ojos no temen la información rigurosa y verdadera podréis seguir leyendo en http://www.ojo-critico.blogspot.com/ y bajar de Internet http://www.fraudesparanormales.com el último numero del EOC, un numero especial (el 50) que echa la mirada atrás sin dejar de contemplar el futuro.

Tal vez os guste, tal vez no… pero no dejéis de pensar en aquellos que lo han hecho posible, porque todos ellos han dejado algo de su tiempo, dinero, ilusión y capacidades -en definitiva, un trocito de ellos mismos- para que los demás lo podamos disfrutar. Y lo hacen sin que nadie les obligue a ello. ¿Acaso no agradecéis un regalo cuando os lo dan (aunque sea la corbata horrorosa de rigor)?

Yo desde aquí quiero agradecer a Manuel Carballal (editor) y a todos sus colaboradores, su trabajo y sus ganas de “hacer cosas”. Y me gustaría extender ese agradecimiento a todos los que día a día me ofrecen las fuentes en las que saciar mi sed de curiosidad:

A Lois (mi héroe xD), Fco Mañez, los adimensionales Paco Calahorro y David Garcés, los hermanos Marisol y J.Antonio Roldán, Joseph Guijarro, J.A. Cebrian y su equipo de la Rosa de los Vientos, Juan Marsella, Manuel Capella, Fco del Toro, … Y a todos los divulgadores e investigadores del mundillo del misterio. Incluso a Iker Jiménez y la Seip, con Pedro Amoros a la cabeza, por que, a pesar de que no comparta siempre las opiniones de cada uno de ellos, me consta que se esfuerzan en hacerlo lo mejor posible.

Y sobre todo, porque, por encima de afinidades y hostilidades, son personas que me han ofrecido su amistad, su cariño, y la posibilidad de aprender de ellos y pasarlo bien.

Por ultimo, quiero dar las gracias tb a mi “peke” Beleg, por haberme contagiado la ilusión del nuevo proyecto que pronto os presentaré, y darme la oportunidad de ser yo, por una vez, quien ofrezca las fuentes en las que otros beberán (espero).

sábado, junio 03, 2006

¿Cual es tu color?

Cada vez que veo una discusión sobre razas, política, etc. no puedo evitar ponerme a pensar en los niños... ¿Os habéis fijado en lo que sucede cuando niños de diferentes razas se reúnen? Pues, ni más ni menos que... ¡juegan juntos!
Los pequeños no saben de razas, culturas, política o religión, y para ellos, el compañerito de piel morena o la niñita japonesa son sencillamente eso, amigos con los que pegar una patada al balón o jugar a las muñecas...
Es más tarde, al hacernos mayores, cuando nos fijamos en lo que no nos es común.
No odiamos al árabe por que sea árabe ( de hecho, creo que la mayoría no sabríamos explicar que es un "árabe"), lo odiamos porque es "diferente" y nos han enseñado erróneamente que ese adjetivo va unido a conceptos como "peor", "inferior" o "malo".
Es una lástima, porque yo estoy convencida de que todos los humanos somos iguales: vivimos, sentimos y pensamos las mismas cosas, aunque de distinta manera.
Todos tenemos los mismos vicios y las mismas virtudes. Pero los vicios de los demás son más reprobablesy nuestras virtudes más loables... Nuestro ego nos hace creer que nuestras opiniones son las únicas validas y que es nuestro "deber" imponerlas, salvando a los pobres equivocados que no piensan igual... ¡Qué estupidez!
Llamadme ilusa si queréis, pero a veces me gustaría que todos fuésemos un poco Peter Pan negándonos a perder la mirada limpia de los niños... Tal vez así dejaríamos de jugar a la guerra y jugaríamos un poquito más a los "médicos y enfermeras"

lunes, mayo 29, 2006

Magia en el aire


Sé que no existen los Reyes Magos, pero cada mañana del 6 de Enero, cuando contemplo la cara radiante de felicidad de mi sobrina de cuatro años, creo en ellos... y creo en Papa Noel, hadas, duendes, trasgos, meigas y todos los seres fantásticos del universo.
Para mí, cada uno de esos seres representa una emoción, un sentimiento, o un concepto, son la personificación de los sueños y pesadillas que vivimos cuando no dormimos. ¿Acaso no es un verdadero hechizo la concepción de un niño?, ¿No sentimos cuando nos enfrentamos a un problema, la misma angustia o miedo que nos daría una casa encantada?, ¿Cuántas veces habéis perdido inexplicablemente unas llaves y pensado en los duendes?, y si habéis sufrido un accidente sabréis que, en los escasos segundos que dura todo, el cuerpo y la mente se paralizan de terror como lo harían ante un enorme dragón exhalando fuego...
No nos damos, o no queremos darnos cuenta, pero la “Magia” nos rodea cada minuto de nuestra existencia, da igual que lo llamemos “ángel de la guarda” o buena suerte, “maldición” o dolor, descuido o “trasgo”... Podemos ser escépticos, dudar de todo y empecinarnos cada día en mirarlo todo a la luz de la razón, pero en el interior de nuestro armario, como en el fondo de la caja de Pandora, siempre quedará algo en qué creer.
Y pobres de nosotros si ese cajón se encuentra vacío, porque perder la ilusión equivale a haber tirado la toalla.
Los humanos hemos recibido el inestimable don de la imaginación, un poder inmenso que se ha convertido en muchas ocasiones en el motor del mundo: aquellos que fueron capaces de cambiar las cosas lo hicieron porque imaginaron “a priori” que podían conseguirlo.
Ya tenemos los pies bien pegaditos al suelo durante 364 días al año, ¿qué tiene de malo que dejemos crecer nuestras alas y aprendamos a volar el 365?
Al fin y al cabo, como dice el refrán “una vez al año no hace daño”... ¿ no?

viernes, mayo 26, 2006

En el corazón II

Decidido a dar un escarmiento a su ahijado Zeus le pidió a Atenea, su hija predilecta, que idease un castigo para el príncipe, con la intención de corregirle antes de que fuese demasiado tarde.
Atenea elaboró una estratagema usando como cebo la propia ambición del muchacho: se presentó en la isla bajo la forma de un viajante extranjero y se dirigió a palacio, una vez allí pidió asilo al monarca, y Kairós, haciendo gala de su fama de hospitalario, alojó a la diosa en su casa como invitado de honor. Acabada la cena el rey, según la costumbre, pidió al viajero que le contase de dónde venía y hacia dónde iba, y Atenea –que era esto lo que esperaba- comenzó a relatarle los numerosos viajes que había realizado, enumerándole las maravillas que había encontrado a lo largo de su peregrinación... y mientras tanto, Kamús no dejaba de escuchar extasiado, imaginando los tesoros y tesoros que describía, y cuanto más escuchaba, más deseos le entraban de poseer todo aquello...

Y así fue como la inteligente diosa tejió la tela de araña en la que el príncipe quedaría atrapado; días más tarde, cuando ya el viajero se había marchado, el joven seguía pensando en algo de lo que había dicho: había hablado de un lugar en el que existía un maravilloso tesoro, tan espléndido que ni aún sumando las riquezas de todos los reyes podría ser superado en valor. Kamús se volvía loco pensando y decidió que ese tesoro tenía que ser suyo.

De este modo dejó su país, abandonó a sus venerables padres y se lanzó a la búsqueda solitaria de aquello que creía ya en sus manos, sin pensar por un momento en aquél Tántalo, castigado por su codicia a pasar hambre y sed eternamente.

Sin saber qué rumbo tomar se dirigió primero a Argos. Allí fue hospedado por Acrisio, descendiente de Dánao –que no había podido evitar que su hija Dánae, fecundada por Zeus bajo la forma de lluvia dorada, diese a luz a Perseo- El rey de Argos no pudo darle noticias y tras unos días Kamús se marchó hacia Cnosos; aquí encontró a Teseo que trataba de acabar con el Minotauro con la inestimable ayuda de Ariadna y su hilo (sin el cual se habría perdido en el laberinto de Dédalo y su hijo Icaro) Tampoco el rey Minos había oído hablar nunca de tal tesoro, y nuestro joven príncipe abandonó la isla junto con Teseo.

Llegó con el ateniense hasta la isla de Naxos, en la que se adoraba a Dionisos. Tras despedirse de su amigo, Kamús recorrió todas las islas, siempre buscando noticias, pistas que le llevasen hasta el deseado tesoro... pero no las encontró. Buscó en Rodas, donde Perseo liberó a Andrómeda; buscó en Mileto, en Efeso, en Samos, en Chios, en Tebas –patria de Edipo-, en Lemnos, donde Jasón y sus argonautas yacieron con las mujeres asesinas de sus maridos; Estuvo en Troya, frente a los muros de la destruida ciudad del rey Príamo... Infinitos fueron los lugares y las personas que encontró el joven en su viaje.

Habían pasado siete años desde que el arrogante joven dejó su tierra; durante este tiempo conoció lugares hermosos y gentes amables, encontró amigos dispuestos a tenderle una mano, vivió mil y una aventuras, pero nunca halló lo que buscaba. En realidad ya casi había olvidado el motivo de su viaje. Mnemósine se había apartado de él.

Estaba a punto de llegar al final de su peregrinaje, sólo que no lo sabía. Zeus había decidido que el castigo terminase y lo había guiado hasta el mismo monte Olimpo, allí, Kamús iba a encontrar por fin su tesoro... Cuando llegó al pie del monte el príncipe observó al viajero que, con sus palabras, lo había encandilado en el palacio de su padre; se fue acercando lentamente y a medida que avanzaba creía ver cómo una luz rodeaba al hombre; al llegar junto al viajero sus ojos no podían creer lo que estaba viendo: era la propia Atenea quien lo esperaba mostrándose en todo su esplendor:
“Has llegado hasta aquí después de recorrer innumerables caminos, buscando el tesoro que supera todas las riquezas de los más grandes reyes. Cuando saliste de la casa de tu padre eras un ambicioso y altanero jovenzuelo, pero el camino te ha enseñado a agachar la cabeza: ayudaste a aquellos que te necesitaron y has sabido mostrar tu agradecimiento a quienes te socorrieron a ti; has entendido por fin qué es lo que tiene verdadero valor... ahí tienes tu Tesoro.”

Fue entonces cuando comprendió que el tesoro siempre había estado con él, lo había acompañado desde el primer momento, porque ese tesoro no era otra cosa que lo habitaba en su corazón.

Y el pequeño Eros, sonrió...

En el corazon I

Hace ya mucho tiempo, en una lejana época en la que el Olimpo se alzaba majestuoso sobre la Hélade, y Zeus soberano reinaba sobre dioses y mortales, existía, al suroeste de la Arcadia, una remota isla conocida con el nombre de Atlántida, gobernada por un rey cuyo nombre era Kairós.

Los habitantes de la pequeña isla estaban orgullosos de su rey, un hombre recto y temeroso de los dioses que cumplía la ley y veneraba a las divinidades ofreciéndoles los debidos sacrificios. Y no sólo sus súbditos lo honraban: muchos extranjeros conocían y visitaban su reino, pues de todos era sabida su excelente hospitalidad.

Pero a pesar de tener el amor de los suyos, la existencia del buen rey no era feliz; como si de un castigo cruel se tratase las divinidades del Erebo se habían cebado en él: tres veces había tomado esposa de entre las mujeres de su país, tres veces habían sido éstas agraciadas con la siembra de Demeter, y tres veces Thánatos se las había arrebatado, así como a los hijos, para llevárselos a los dominios de Hades.

Así pues, el soberano había decidido vivir sin amor... y de esta forma transcurría la vida para él.
Un día, paseando por uno de los bosques cercanos a su palacio –única distracción que le entregaba un poco de felicidad -, observó en una fuente a una joven pastora que trataba de abrevar agua para su ganado, pero no era capaz, ya que la piedra que tapaba el pozo era demasiado pesada para ella; Kairós se acercó a ayudarla, la joven, al sentir sus pasos, se volvió, sus miradas se cruzaron... y el juguetón Eros disparó sobre ellos sus flechas dejándolos a ambos heridos de amor.

Volvió el rey a su palacio sin poder olvidar a Xaira, que así se llamaba la pastora, pues tan hermosa era que nada tenía que envidiar a la bella Helena -por quien aqueos y troyanos perdieron a sus valientes héroes, Aquiles y Hector -, y no resistió la tentación de regresar el día siguiente al bosque para ver de nuevo a su enamorada.

Desde que Eos aparecía y hasta que el carro de Helios se ocultaba para dejar paso a Selene se podía ver a la pareja regocijándose en su amor. Pero Kairós, pese a amar a la doncella más que a ninguna de sus anteriores mujeres no se atrevía a hacerla su esposa, por temor de perderla también... Y ocurrió que Afrodita, enterada de la fatal suerte de la pareja por la ninfa de la fuente testigo de su amor, se apiadó de ellos y le pidió a Zeus que fijase su mirada en la pequeña isla. El padre de los dioses comprendió entonces la injusticia que se había cometido con Kairós, porque ocupado con las trifulcas y reyertas de dioses y mortales, había dejado de lado a aquél que tan dignamente le había venerado, y para reparar en lo posible la falta concedió al atribulado rey la bendición de su nuevo matrimonio, bendición a la que se unió su esposa Hera, y le otorgó además el privilegio de acoger como su protegido al primer retoño que les naciera.

Se celebraron las bodas, a las que asistieron un gran número de invitados: Agamenón y Menelao, Odiseo y su hijo Telémaco, Hector y París, Teseo y Piritoo, y muchos más representantes de todas las regiones de la Hélade.

Y poco tiempo después los habitantes de Atlántida escucharon el llanto de un pequeño príncipe al que pusieron por nombre Kamús; tal y como había prometido Zeus lo apadrinó y ordenó a los dioses que honrasen al pequeño como se merecía; una por una las divinidades olímpicas fueron entregando sus regalos y, al igual que Pandora, la primera mujer modelada por los dioses, así Kamús fue recibiendo diversos presentes: Atenea le ofreció el don de la inteligencia; Ares el coraje guerrero; Dionisos la fecundidad; Artemis la habilidad para cazar; Apolo la puntería con el arco... Pero no todos los regalos fueron positivos, Poseidón, enojado con la reina Xaira por haberle rechazado, sembró en le corazón del niño, con ayuda de Eris –la discordia- la soberbia y la arrogancia.

Y pasó por dieciocho veces la estación en que la nieve cubre por completo a Gea, y dieciocho fueron las visitas que Perséfone hizo a su madre Demeter... Kairós se había convertido en un apacible anciano de barba blanca que observaba cómo los dones recibidos en su nacimiento se manifestaban en su heredero: Karús era ahora un jovencito hermoso, tan veloz en la carrera que habría podido vencer Atalanta, tan diestro en las peleas como Pólux, fuerte como Heracles y astuto como Hermes; pero era también orgulloso, como aquella Niobe transformada en piedra por haber injuriado a Leto. El anciano rey lo sabía, al igual que los mismos súbditos de la Atlántida que habían sufrido en sus carnes los desplantes del príncipe, y también Zeus que había seguido de cerca su crecimiento.

lunes, mayo 22, 2006

Eternidad

Vampiros, magos, personajes como Drácula o el Conde Saint-Germain nos fascinan por lo que representan: los mitos de la inmortalidad y la eterna juventud.

Yo también, como supongo que todos, he soñado con vivir para siempre. Y lo realmente curioso es que existe una época en la cual crees que eso es posible; una época en la que los accidentes, la enfermedad, la fatalidad le sucede sólo a los demás, nunca a ti. Pero un día llega La Muerte y, plaff , te despierta de una bofetada.
Y es entonces cuando aprendes lo frágil, lo insignificante que eres...

A doscientos metros de mi casa hay una cueva con más de veinte mil años; en la parte antigua de mi ciudad, las piedras llevan ocho siglos mirando pasar las generaciones; y yo me consideraré afortunada si llego un día a cumplir los ochenta años. Somos un segundo apenas en la hora de la Tierra y –oh, vanidad- nos atrevemos a llamarnos sus dueños!

Sé que la cueva que me ha visto jugar de niña ante su entrada seguirá ahí cuando yo ya no esté, y apuesto a que las piedras medievales me sobrevivirán también.
Sólo hay una cosa de mi capaz de resistir, como ellas, las arenas del Tiempo: el recuerdo que deje cuando me haya ido.
Y si el recuerdo es lo único que queda, ¿no creéis que merece el esfuerzo, mientras podamos, vivir de forma que hagamos ese recuerdo imperecedero? Pensad en aquellos –de los que ya no están- que recordáis y las razones por qué os acordáis y tal vez obtengáis pistas para comprender donde se esconde la verdadera inmortalidad.No es necesario ser un mago, ni un alquimista, ni un vampiro: basta con que hagamos de nuestra vida algo digno de vivir para siempre en el corazón de quienes nos hemos cruzado por el camino.
Y cuando aquellos que nos recuerdan desaparezcan, serán recordados a su vez. Por los siglos de los siglos...

lunes, mayo 15, 2006

Dejate caer y ábreme los brazos...

Confianza. Un bello concepto.
Existe una técnica que se usa en terapias sobre la confianza. Consiste en ponerte de espaldas a la persona, o personas, en las que has de confiar y, sin mirar hacia atrás, dejarte caer a plomo esperando que te sujeten antes de que llegues al suelo.

Parece fácil ¿verdad? Pues no lo es.

Por muy segura que creas estar de quien está detrás de ti, la sensación que recorre tu cuerpo mientras te dejas caer es lo más parecido al pánico que pueda imaginarse; pero cuando notas unas manos que te sujetan, a escasos centímetros del suelo, el miedo se libera en una explosión de felicidad, un orgasmo de autentica satisfacción e infinita gratitud...

Después te toca a ti ponerte detrás; y no, tampoco resulta sencillo.

Piensas “la voy a coger”, y el diablillo malvado de tu cabeza te responde “¿y si no puedes con ella?” “¿De verdad se merece que la sujetes?”; ¡zas! Extiendes las manos y consigues que no caiga, y te sientes bien. Pero basta con que la duda se prolongue un segundo más allá de lo necesario y ya es demasiado tarde. Y el ruido que hace su cuerpo al golpear en el suelo resuena como un eco en tu corazón.

Aunque, en realidad, el resultado es lo de menos, no es el final, sino el principio lo que vale. Ya sea en una u otra posición tú solo eres responsable de lo que tú haces; no tienes capacidad para saber o influir sobre lo que la otra persona va a hacer, y ahí es precisamente donde reside la confianza. Es uno mismo quien decide si dejarse caer o no; y uno mismo también quien alarga o encoge los brazos: uno mismo quien confía y da confianza.

Duele que te dejen caer; duele también que no se dejen caer.

Pero no importa cuantas veces golpees el suelo, o cuantas te queden con los brazos abiertos esperando. Porque si no te lanzas, nunca descubrirás quien está dispuesto a sujetarte; y si no abres tus brazos, jamás sentirás la inmensa alegría que supone recibir a alguien en ellos...