sábado, noviembre 11, 2006

Ser y parecer

Conocéis la fábula del pastor y el lobo:

“Un joven pastor al que le gustaba gastar bromas a sus amigos; pasaba su tiempo a solas en el monte cuidando de sus ovejas y maquinando travesuras con las que sorprender a sus compañeros. Un día se le ocurrió una treta para asustar al resto de pastores; salió corriendo gritando como un loco ¡Un lobo, un lobo! Mis ovejas han sido atacadas por un lobo… Los pastores, conocedores del peligro que la presencia del depredador suponía para sus rebaños, no se lo pensaron dos veces, y abandonando sus propios animales, se armaron y se lanzaron monte arriba para dar caza al animal, guiados por el pastorcillo… Cuando llegaron al lugar, observaron atónitos como las ovejas pacían tranquilamente ajenas al alboroto. Y al girarse para interrogar al joven pastor se lo encontraron retorciéndose de risa en la hierba. Pasaron algunas semanas y todo siguió su curso. De repente, una mañana, el pastor volvió a aparecer gritando que venía el lobo; los pastores, escamados, se miraron unos a otros, pero la amenaza era demasiado seria y no podían dejarla pasar, así que nuevamente corrieron, y nuevamente cayeron en la burla. La broma se repitió un par de veces más, pues el astuto muchacho encontraba siempre la manera de engañar a los cada vez más reticentes pastores. Pero, ¡ay!, una mañana, el lobo se presentó de verdad: el jovencito realmente asustado corrió para pedir ayuda a sus vecinos y estos, hartos ya de la mentira, le dieron la espalda murmurando. El pastor lloró, pataleó, juró que esta vez era cierto, pero nadie le hizo caso… y el lobo acabó con todo su rebaño.
El joven comprendió que la mentira le había costado un alto precio, y arrepentido jamás volvió a contar un embuste.”

Todos mentimos alguna vez, por alguna circunstancia, y el que diga lo contrario ¡miente! Pero una cosa es disfrazar, ocultar o manipular un determinado hecho con un fin esporádico y otra, muy distinta, hacer de nuestra vida una sucesión de embustes para acabar transformando lo que nos rodea en un mundo ficticio donde nada es lo que se muestra.

Y el peligro, no está en que los demás se crean nuestras mentiras y la verdad acabe por salir dejándonos en evidencia; el verdadero peligro aparece cuando nosotros mismos nos las creemos, porque en ese momento perdemos la capacidad de distinguir entre realidad y ficción, y acabamos desorientados en un laberinto de apariencias del que nunca lograremos salir.

Una mentira piadosa puede traducirse como un acto de amor; quitarnos algún que otro año del DNI no deja de ser una muestra de coquetería; ponerle los cuernos al marido implica ya una voluntad deliberada en ocultar una verdad; reinventarte a ti mismo como la persona que no eres, atribuyéndote cualidades, conocimientos o características que no posees, revela la medida de tu autoestima y el miedo que le tienes al espejo.

Nadie es perfecto, no nacemos sabiendo, no existe una fórmula de la felicidad total, un elixir de la juventud, una belleza absoluta, o un poder atemporal: todos poseemos o carecemos de los mismos atributos humanos en mayor o menor medida. ¿Por qué entonces tenemos tanto miedo de ser como somos? ¿Qué nos hace desear lo que tienen los otros y despreciar lo nuestro?

Quizás sea la aceptación implícita de que la preeminencia de esas cualidades no depende de ellas mismas, sino del valor que les otorgamos en la sociedad: un valor que nosotros hemos asignado y por el cual aquellos que poseen los primeros atributos de la lista son los que triunfan.

El problema se presenta cuando nos fijamos en que no siempre la escala de valores individual coincide con la social.

Y ahí esta el dilema: ¿caminar vestidos con nuestros principios, enfrentándonos al posible rechazo e indiferencia, o vestirnos con el traje de la mentira para llegar hasta el altar del escurridizo éxito social?

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Bien venida al mundo de los locos, aquí no tenemos ese problema, los cuerdos suelen engñarse a si mismos.
Aquí... somos libres

Octavio

Anónimo dijo...

Como siempre simplemente genial.

Anónimo dijo...

yo lo tengo claro y creo que lo has notado en el canal del irc :)

ARD dijo...

Continuo con con mi idea de que los " besar sapos" hacen un mundo mejor.
;-)