África. No sé si es, como se dice, el lugar donde nació la vida; pero si sé, que a día de hoy es el lugar donde se sigue peleando por ella.
La ley del más fuerte impera bajo las puestas de sol ardiente: el león que se abalanza sobre la gacela, el cazador que abate a tiros al león, el cocodrilo que devora entre sus fauces al cazador imprudente… La vida y la muerte: cara y cruz de la misma moneda. Y entre medias, la lucha por la supervivencia.
No estoy segura de hasta que punto la llegada de los europeos a los poblados africanos fue una suerte o una desgracia. Supongo, que como todo, hubo cosas buenas y cosas malas en la colonización.
El resultado es que mientras que nosotros nos preocupamos por hacer apuestas sobre quien ganará el mundial, en las aldeas del continente negro la apuesta está en saber cuantos hijos alcanzarán sanos y salvos la edad adulta.
La ley del más fuerte impera bajo las puestas de sol ardiente: el león que se abalanza sobre la gacela, el cazador que abate a tiros al león, el cocodrilo que devora entre sus fauces al cazador imprudente… La vida y la muerte: cara y cruz de la misma moneda. Y entre medias, la lucha por la supervivencia.
No estoy segura de hasta que punto la llegada de los europeos a los poblados africanos fue una suerte o una desgracia. Supongo, que como todo, hubo cosas buenas y cosas malas en la colonización.
El resultado es que mientras que nosotros nos preocupamos por hacer apuestas sobre quien ganará el mundial, en las aldeas del continente negro la apuesta está en saber cuantos hijos alcanzarán sanos y salvos la edad adulta.
Y no deja de temblarme el alma de rabia y de pena, cuando contemplo cómo allí, y en otros muchos lugares de este malhadado planeta, la situación de miseria, hambre y enfermedad pone una azada o un fusil en las manos de un niño, convirtiéndolos en mini adultos cargados con el peso de una responsabilidad que no deberían conocer.
Hay mil maneras de ayudar, aunque reconozco que no siempre uno puede ofrecer lo que no tiene, si queremos, basta un poco de voluntad para encontrar la que mejor nos resulte. Y aunque podamos salvar a un niño, a dos, a tres… ¿cuántos “salvadores” harían falta?
“Si le das a un hambriento un pez, saciarás su hambre un día; si le enseñas a pescar, saciarás su hambre para toda la vida”
No, no se trata de salvar a unos cuantos, sino de salvarlos a todos ofreciéndoles un futuro mejor, en el que ya no necesiten ayuda.
“Si le das a un hambriento un pez, saciarás su hambre un día; si le enseñas a pescar, saciarás su hambre para toda la vida”
No, no se trata de salvar a unos cuantos, sino de salvarlos a todos ofreciéndoles un futuro mejor, en el que ya no necesiten ayuda.
¿Sabéis, acaso, de algo más hermoso que la sonrisa de un pequeño? Yo no