sábado, octubre 14, 2006

El Saber olvidado

Conozco a una señora que es capaz sin utilizar un reloj de decirte la hora que es, con un desfase de unos minutos apenas. Ya sea de día o de noche. Y no es que tenga un poder especial, su truco es simple: observación.

Ella sabe que sus vecinos acaban de cenar sobre las diez y pico, cuando encienden la tele; que un avión pasa hacia una determinada dirección cada noche entre las once y once y media; que sus gallinas cacarean con el alba; que cuando pasa por delante de su ventana cierta paisana es la hora de apertura de las tiendas; que su gato ronronea hacia la una pidiendo su comida; que su vecino de enfrente regresa del trabajo a las tres y algo… Durante mucho tiempo ha observado día a día los pequeños detalles rutinarios y metódicos hasta aprehenderlos, hasta convertirlos en su particular contador de tiempo, hasta el punto de que ya lo hace tan inconscientemente que ni ella misma sabe cómo.

De la misma manera, observando, aprendieron nuestros antepasados a sobrevivir y evolucionar.

Mirando la naturaleza descubrieron cómo anticipar los cambios de estación, cómo interpretar las tonalidades del paisaje para elegir el mejor lugar, cómo prevenir la llegada de la lluvia, como sentir en el aire caliente o el viento helado el clima. Sabían que cuando un animal que no puede olerlos se siente nervioso es muy posible que otro depredador ande cerca; que cuando todos los animales se comportan de forma extraña un peligro inminente se acerca; que la mejor manera de escapar de un fuego es dirigirse contra el viento que empuja las llamas; que en las proximidades de un río no es prudente establecer un refugio en la época de las lluvias; que un árbol no es buen techo para una tormenta.

¿Cuántos de nosotros seriamos capaces de permanecer vivos si nos dejaran solos en medio de la nada? (y no, no me refiero a que nos abandonen en una isla repleta de cocoteros). ¿Sabríamos defendernos de las inclemencias del tiempo o del posible ataque de un animal? ¿Veríamos las señales que nos proporciona la naturaleza para usarlas en nuestro beneficio? ¿Podríamos recuperar nuestro instinto perdido?

Hoy no nos hace falta mirar la sombra del sol para llegar puntuales a una cita; no necesitamos buscar el carro nocturno que señala el norte si llevamos un GPS en el móvil; no tenemos que saber despiezar un animal, ni curtir sus pieles, ni distinguir las plantas comestibles de las venenosas, cuando tenemos supermercados de 24horas; para que vamos a preocuparnos de una insolación o congelación cuando tenemos aire acondicionado y estufas.

Sin embargo, pese a toda nuestra tecnología, se siguen produciendo incendios, inundaciones o catástrofes que no podemos o no sabemos prevenir y evitar, y que nos recuerdan que somos los animales más indefensos en nuestra desnudez, mientras nuestros ancestros se ríen a carcajadas cuando un simple corte de luz en casa nos deja sin poder hacer nada.

Y todavía hay algunos que se sorprenden cuando ven las grandes o pequeñas obras de la humanidad que han permanecido en el tiempo, dudando que los antiguos fuesen sus creadores…
¿Misterios sin resolver o Sabiduría perdida?

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