lunes, octubre 02, 2006

Por las tierras de Merlin... (continuación)

Enero ha traído una blanca sorpresa. Para alguien que celebra la poca lluvia que cae durante el invierno de su tierra, la nieve es un lujo que no se pasa por alto.

Los escasos alumnos que han logrado llegar hasta el instituto juegan en el patio a lanzarse proyectiles helados, y yo los observo desde el calor de la sala de profesores, reprimiendo las ganas de unirme a ellos y comprobando, por el rabillo del ojo, que no soy la única con complejo de Peter Pan.

Hoy he visitado de nuevo el Mont Saint-Michel. (Miro en el interior del coche y no puedo evitar sonreír: un eslovaco, una china, un italiano y una española circulando juntos por las carreteras francesas…)
Una canción española dice algo así como que “al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de volver”; Sería exagerado decir que en mi primera visita al Monte, fui feliz, pero lo cierto es que, aunque el lugar me sigue fascinando, no he sentido esta vez el misterioso escalofrío de aquel lejano “regalo de cumpleaños”. La memoria de los buenos recuerdos también llega a resultar dolorosa cuando te roza con la melancolía de la pérdida…

La primavera ha llegado y, paradójicamente, el comienzo de este nuevo ciclo de la vida me trae el final de mi aventura: cuando abril agote sus lluvias volveré a mi hogar.

Intento ahora apurar los días, retener los segundos, fijar un pedazo de mi vida en el corazón, lamentando cada atardecer que me dibuja más y más próxima la dolorosa despedida. Como el enfermo terminal que sabe sus horas contadas y todo lo mira pensando que será la última vez, así contemplo yo. Porque sé que aunque vuelva de nuevo, ya nada será igual: la pequeña ciudad, sus vecinos, el instituto, los profesores y quizás algún que otro alumno, continuarán allí, pero sobre ellos, como sobre mi, habrán soplado los vientos del cambio…

La crueldad del calendario solo es mitigada por la esperanza de un recibimiento, reflejado en una sonrisa infantil, que me espera al otro lado.

El equipaje hecho en un rincón, dispuesto. Me esmero en los últimos detalles para dejarlo todo como lo encontré: limpio y vacío de la presencia humana, a la espera de un nuevo inquilino que haga suya la habitación.

Las palabras del adiós con la promesa de un “seguiremos en contacto” resuenan aún en mis oídos. Promesas que serán rotas cuando la vida imponga su ritmo y nos aleje como las corrientes a los trozos de hielo desprendidos de un iceberg.

Esta vez no dejaré la ciudad en el mismo tren que me vio llegar a ella, solitaria y perdida. Mi amigo francés se ha propuesto que mi último desplazamiento por Bretaña se convierta en una pequeña excursión de despedida: una ruta por carretera que me descubre el verde primaveral de los bosques de druidas y el encanto tradicional de los pueblecitos escondidos a los turistas.

Un último café en el bar de la estación, disfrazando con conversaciones anodinas un silencio cargado de miradas de lo que no se ha dicho y nunca se dirá… Nunca me gustaron las esperas: “llámame… aquí tienes tu casa, vuelve cuando quieras… iré a verte… gracias por todo…”

Y en el arranque del autobús un beso lanzado al aire traspasa la ventanilla para clavarse en mi corazón: Un beso que resume ocho fantásticos meses, un beso en el que caben todos los amigos que dejo atrás, un beso transformado en álbum de imágenes para el recuerdo… Un dulce beso que me sabe a Bretaña y que envenenará por siempre mi alma con los paisajes y sonidos de esta hermosa tierra y sus maravillosas gentes.

La lluvia que moja las calles cuando salimos de la estación se me antoja el llanto que mis ojos intentan reprimir. Lágrimas en el exterior, lágrimas en el interior.



Y ahí está. Una muñeca de tres años que corre hacia mi, unos bracitos que rodean mi cuello, y unos besitos que empujan al fondo de mi memoria aquel otro beso, cerrando un episodio más de mi existencia. He vuelto a casa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Mallorea, ¿sabes? siempre he pensado que los recuerdos son como la película de nuestras vidas.....y por suerte podemos rebobinar para volver a verlos:-)

Un beso guapísima:

marga