miércoles, abril 12, 2006

Apolo y Dafne


Una de mis aficiones ha sido siempre la Mitología. Alguien me sugirió que colgase por aquí las historias que más me gustan sobre dioses y mortales... ¿porqué no? Dicen que toda leyenda esconde algo de verdad; en cualquier caso siempre podemos aprender de ellas o, al menos, disfrutar de su lectura :)
Para ti, Joanna.
Apolo y Dafne

Dafne fue el primer amor de Apolo. El pequeño Cupido quiso vengarse del engreído dios, que le había recriminado el jugar con el arco, y disparó dos flechas de muy diferente hechura: la primera, dirigida a Apolo, de oro y afilada punta, llevaba el veneno del amor; la segunda, roma y de plomo, inspiró en la ninfa Dafne –hija del dios río Peneo- el aborrecimiento por este sentimiento. Quedó el bello Apolo herido de amor por la doncella. Pero Dafne sólo pensaba en la caza y en los juegos del bosque, despreciando a todos sus enamorados...
Aburrida de rechazar pretendientes, la joven suplicó a su padre Peneo que le concediera la gracia de vivir sin casarse nunca, y el dios-río consintió, no sin antes advertirle "será tu propia belleza la que te lo impedirá".

Apolo la amaba y deseaba obtenerla; La seguía a todas partes: "No huyas de mí; soy el dios del canto y de la lira. Soy el dios de la medicina, pero ¡padezco un mal que ningún bálsamo puede curar!"

Pero la ninfa huía sin escucharle.
Y llegó el día en que el dios perdió la paciencia, y con la fuerza que le proporcionaba su pasión se lanzó tras ella a la carrera. A través del bosque volaban el hijo de Zeus y la doncella: él en alas del amor, ella en las del miedo. Pero el perseguidor era más rápido y le dio alcance. Próxima a rendirse, Dafne llamó a su padre "Ayúdame, Peneo. Cambia mi forma que tanta desgracia me trae" Apenas lo hubo dicho cuando la rigidez se apoderó de sus miembros, su pecho se rodeó de una tierna corteza, sus pies arraigaron en el suelo como raíces y sus brazos fueron ramas; tan sólo su belleza permaneció de su antiguo aspecto. Apolo observaba asombrado, y al tocar el tronco, sintió la carne temblar bajo la corteza: "Puesto que no puedes ser mi mujer, serás un árbol: con tus ramas trenzaré mi corona, y tus hojas decorarán mi arpa y mi aljaba. Contigo se tejerán las guirnaldas de triunfo. Y como mi juventud es eterna, también tus hojas serán verdes y no caerán nunca"
Y la ninfa, convertida ahora en laurel, se inclinó ante el dios para expresar su agradecimiento.

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